… permanecen en el Instituto
anatómico-forense, donde se le está practicando la autopsia.
Todas las muertes televisadas se revisten de idénticas
coletillas. El descansado deja de tener entidad para
convertirse en “restos mortales” que resulta más elegante
que decir sencillamente “muerto” o “cadáver”. Duro. Y más
duro aún para los padres de la joven Erika Ortiz que están
pasando por el más terrible trance que puede sobrevenirle a
un ser humano: sobrevivir a un hijo o a una hija. No existe
dolor más grande.
Y menos aún cuando la muerte es intempestiva, absurda e
inesperada. Hablarán de fallo cardio respiratorio, porque en
todas las muertes falla el corazón. Pero ha sido muy
impactante, sobre todo por las imágenes repetitivas de una
chica delgada, sonriendo y captada por los objetivos y la
insistencia en que Erika sufría una depresión. Como tantas y
tantos. La enfermedad oscura del alma que deja sin defensas
para la vida. Recuerdo que, la primera frase que me hicieron
memorizar en italiano era algo así como “La causa de la
depresión es muy simple, es un cortocircuito en el árbol de
la vida” Depresión y la última patología que va camino de
convertirse en pandemia psiquiátrica, se traduce del inglés
como “síndrome del quemado” y es cuando la mente y el
cerebro gritan un ¡No puedo más! Y realmente no se puede
más, porque, los problemas, la vida, los sinsabores, las
relaciones, el trabajo, la familia, sobrepasan la capacidad
de aguante, superan todas las resistencias, se quiebran los
diques de la mente y hay que largarse corriendo al
psiquiatra para que comience a prescribir a toda prisa
antidepresivos y ansiolíticos, somníferos y tranquilizantes
y ese tipo de consejos “Tiene que parar” que nadie puede
seguir, por imposibilidad manifiesta ¿Conocen a alguien que
pueda parar así, por las buenas? Yo no. ¿Darse de baja?
Quien pueda permitirse el paréntesis y seguir cobrando pero,
no sé en estos momentos, sí hace no mucho tiempo, las
depresiones, neurosis de ansiedad, síndromes de quemados que
superan el conocido estrés, ninguno de ellos tenían
consideración de enfermedades profesionales en un colectivo
tan susceptible al hartazgo absoluto y al crack anímico como
es el de los abogados. Pero ¿Podía estar quemada la joven
Erika Ortiz hasta el punto de que le fallara el corazón?
Algunos dirán que, en estos momentos de su vida parecía
tenerlo todo, pero las depresiones endógenas son temibles,
acometen, atacan, tras un acecho malicioso y solo sirve para
ellas, al parecer, la célebre máquina de electrodos que se
ha traído de Israel el psiquiatra Enrique Rojas. Ahorrando
anda servidora para acudir a la consulta y aspirar a que me
enchufen los cables, me peguen las descargas y salir curada,
aunque mi problema es exógeno, lo tengo identificado y está
plenamente motivado. Ya ven, en el Padrenuestro en lugar del
“ y no nos dejes caer en la tentación” yo ruego “y no me
dejes caer en la depresión y si caigo más, que se transforme
en endógena que se cura antes”.
Que se refieran a la delgadita Erika Ortiz como “los restos
mortales” hace daño, pero que hablen de la depresión de la
joven madre y figurarnos el estupor de su hija de seis años
ante la ausencia, eso hace sangre. ¡Maldito mal oscuro del
alma si ha tenido algo que ver en la desaparición de la
chica! Malditos avances de la psiquiatría que no avanzan lo
bastante y que parecen paliar que no curar, malditos
neurotransmisores que no se dejan controlar ni se acaban de
doblegar a la química y maldita pena la de unos padres
velando los restos mortales de su hija. Que no hay pena
buena, la pena es pena y es negra como la endrina ¡Maldita!.
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