Desayunaba ayer con un interesante titular firmado por un
periodista marroquí llegado recientemente a la profesión,
Lhacen Akbaio (muy preocupado en otra etapa de su vida por
las asociaciones de derechos humanos) en la edición del
pasado fin de semana de Annahar Al Maghribia y que reza lo
siguiente: Marroquíes de Ceuta acusan al imám de enseñar a
sus hijos ideas integristas.
- El imán aludido es Liazid.
- La mezquita es Sidi Embarek.
- Y los niños aludidos son los que asisten, a clase de árabe
fundamentalmente, en las aulas anexas.
Sí, esas aulas cuya puerta abrió a patadas, con los
asustados niños dentro, el jueves 1 a las 7.30 de la tarde
el presidente de Luna Blanca, el jai Mustafá M. Mohtar,
quien tuvo luego que salir por patas porque si no los padres
lo despellejan vivo.
A mí me parece que se ha desatado un clima de fitna en el
seno de la comunidad musulmana de la Ciudad, tanto por
motivo de flus como de prestigio social entre los suyos,
cara a posicionarse para dentro de unos años, cuando el
vuelco demográfico sea un hecho y la incorporación al voto
de la muchachada musulmana de la ciudad se la disputen con
uñas y dientes.
Una comunidad musulmana, por cierto, en la que podemos
vislumbrar diferentes actores, cuya adscripción ideológica
no viene ahora al caso aunque apunto dos vectores en la
misma, no necesariamente confluyentes: el islamista y el pro
marroquí.
Por otro lado, me permito invitar desde estas líneas a un
inspector de trabajo. Que suba dando un paseíto hasta la
cocina gestionada por Luna Blanca (esa que abastece a los
menores de La Esperanza y Punta Blanca). Y no ya porque el
pobre Adil, el transportista del condumio, trabaje el hombre
sin estar dado de alta en la Seguridad Social, no. Lo que
más me indigna es que una presunta asociación benéfica como
Luna Blanca, que maneja una subvención anual de cerca de
400.000 euros, tenga ilegalmente de curritos en la cocina a
cuatro marroquíes sin siquiera la ‘tarjeta fronteriza de
trabajo’: me refiero a Mustafá, Zaher, Abdelkader y
Abdeljalak. Y por que no a otro inspector de sanidad, a ver
donde están los preceptivos carnets de manipuladores de
alimentos. Supongo que, tras lo dicho, más de uno entenderá
mi reciente expresión sobre que Ceuta está muy vigilada,
pero no está controlada. ¿Vale?
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