Los analistas, asesores,
consejeros y palmeros de los políticos, deben andar
estrujándose las neuronas para parir eslóganes, ideas,
metáforas y novedades de cara a la campaña electoral. En
verdad, los pepitos y las marujas preferiríamos que, las
invenciones, se les ocurrieran a los politólogos, tipo
Giovanni Sartori, que es uno de mis referentes en el mundo
de las ideas, pese a ser de la izquierda divina. Pero
¿Ustedes conocen a algún politólogo patrio conocido por sus
brillantes exposiciones sociológicas e ideológicas? Yo a
ninguno. Para mí que no hay. Que no existen. Con excepción
del profesor particular de la lengua de Cervantes de mi
viejo esposo, que es el historiador y escritor Fernando
Sanchez Dragó que, estando el entonces no tan viejo Erik en
la cárcel modelo de Barcelona, a principio de los ochenta,
por mor de su vida, miajita azarosa, le puso como tarea
estudiarse de memoria “Gárgoris y Habidis. Una historia
mágica de España”. Y así estuvo el otrora famoso
falsificador y tal, tres años para estudiar cuatro tomos y a
poco pierde la sesera del esfuerzo. ¿Qué si Sanchez Dragó es
politólogo? Bueno, es lo que le dé la gana porque nadie,
desde los clásicos, ha manejado como él el castellano, puro
barroquismo estético, o preciosismo, según se mire. ¿Qué si
ha contado alguna vez su faceta de profesor de lengua del
viejo Erik el Belga? Si, en un libro, donde al artículo
referido al viejales lo tituló “Dar”. Ahora el maestro,
porque en casa así le llamamos todos, menos el pintor que le
llama “profe”, anda por Telemadrid, presentado al parecer
noticias y en algún sitio creo haber leído que sus noticias
no llevan deportes, lo que debe ser un auténtico lujo
espiritual y un refocile intelectual, escasamente populista,
eso sí ¿Elitista? No. Yo soy una cateta rifeña y no aguanto
los deportes, los de contacto sí, artes marciales y demás,
pero los de equipo me aburren hasta el bostezo, porque no me
interesan. Eso sí, me encanta ver espectáculos de ballet por
la fragilidad de las bailarinas y la belleza de las
coreografías. Pero, pese a la proximidad de la contienda
electoral, apuesten cualquier cosa a que, a ningún político
se le ocurre, como factor de culturización prometer
telediarios con minutos de ballet clásico, sería la ruina de
su carrera. Aunque, dentro del tema que me desvela que es la
ausencia de politólogos independientes y de filósofos
humanistas formando parte de las campañas, me atrevería a
jurar que ningún partido nos lanza la oferta de un buen best
seller redactado por uno de sus pensadores. Al menos en el
PP, los neoconservadores y sarkozystas tenemos la o el FAES,
un club de gente superbien al que pertenecen Aznar, Boyer y
apellidos de ringorrango. Pero así no es. La elite chic
política no está bandeada en la calle, ni comparte los
sentimientos y las zozobras del pueblo llano, ni entiende
nuestras preocupaciones, ni la angustia que nos da el pensar
que, nuestros hijos, tengan como horizonte vital mil euros y
un piso de cuarenta metros. Ni saben lo que es llegar a fin
de mes estragaítos de inquietud.
Esos no nos valen. A la hora de aconsejar y asesorar, opinar
y argumentar, hay que echar mano del ciudadano normal, eso
es populismo, para el pueblo y desde el pueblo, que no desde
las sedes blindadas de los grandes partidos custodiadas por
policías y seguratas. Y como ahí no hay quien entre, no
entran tampoco los sentires populares y responden con
discursejos demagógicos, ñoños y buenistas, a problemas que
nos agobian. Politólogos que nos encandilen no existen, las
encuestas mienten y a la hora de pensar pagan a tiralevitas.
Verán ustedes que vamos a tener que acabar llamando a un Evo
Morales de barriada para que nos saque las castañas del
fuego. Y si no al tiempo.
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