Ya era hora de que, un político,
usara sin complejos y con la boca llena, la palabra
“felicidad”. Si. Ese derecho inalienable del ser humano que,
cien veces he reivindicado desde este espacio que debería
adquirir rango de norma constitucional. “Los españoles
tienen derecho a la felicidad”. Lo demás derechos vienen de
seguido, apretujando, dando empellones y como consecuencia
lógica de la consecución del primero.
Y ha sido Mariano Rajoy, el hombre pausado, cuyos rasgos
distintivos son la serenidad y la firmeza, quien no ha
tenido empacho en hablar de que, para ser felices, los
ciudadanos necesitan la libertad y que, sin seguridad, ni
libertad, ni felicidad ni agua de borrajas. La borraja por
cierto, es una legumbre de Aragón muy difícil de conservar,
o al menos eso me contaron y yo lo cuento.
Pero ya era hora de que, alguna personalidad relevante, que
constituya un punto o sustantivo de referencia, hablara de
esa felicidad que es la meta del ser humano. Y que no es un
estado utópico, sino la suma de muchos factores, el
cumplimiento gradual de las pequeñas o de las grandes
expectativas de cada persona.
Abierto el cauce del reconocimiento de ese derecho
irrenunciable, tan solo falta que, el PP, rice el rizo y
utilice ese factor a lo largo de la campaña, sin empacho,
sin temor a repetirse, porque es una alusión que emociona y
conmueve, nos hace sentir a todos respetados y queridos.
Hace que sintamos que, alguno o algunos, quieren que, antes
que nada, veamos cumplidos nuestros deseos más íntimos.
Porque es cierto ¿Qué puñetera libertad, de resonancia
mayestática y escrita en todas las pancartas de cualquier
manifestación que se precie puede haber si vivimos
aterrados?.
En los telediarios hablan con soltura de las bandas de
delincuentes latinos, muchos ya salidos de cárceles y
reformatorios, lo que no es para tranquilizarse y dan por
descontado con que hay que conformarse con que, los parques
y plazas de muchas ciudades, tengan que estar controladas
por mafiosillos importados, mientras los sociólogos explican
que, nuestros chicos españoles, atemorizados por los
delincuentes latinos, se arriman por miedo a bandas
violentas autóctonas para sentirse protegidos. Anta
palabrería y tanta zozobra cuando la solución es de cajón :
si tan solo en la Comunidad de Madrid tienen fichados a
1.300 componentes de bandas sudamericanas, el pueblo demanda
que se incoen 1.300 expedientes de expulsión y que se len
envíe a delinquir a sus países. Se irán por el método de la
lectura de derechos, previa a la patada en el trasero, los
primeros mil, los siguientes , si es que quieren quedarse en
España respetando las reglas, se lo pensarán y si no se lo
piensan se les expulsa. O si no que convoquen un referéndum
y pregunten a la ciudadanía que hacer con las bandas, sean
latinas, rumanas, kosovares o de Bielorrusia, la respuesta
será unánime y abrumadora.
No hay libertad sin seguridad, con la delincuencia tomando
las calles y la policía , jueces y fiscales con salarios de
mierda, cuando son, junto a los médicos, quienes más tienen
que ganar de España, porque garantizan nuestra libertad a
través de la seguridad y garantizan por lo tanto nuestro
derecho a la felicidad. Ya era hora de hablar de ser felices
y lo ha hecho Rajoy, el PP, por supuesto ¿Quién si no?.
|