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					Los acontecimientos vividos en los últimos días en la 
					Comandancia General de Ceuta dejan al descubierto 
					circunstancias que, por su gravedad, deben avergonzar a los 
					verdaderos hombres de honor que proliferan afortunadamente 
					en nuestro Ejército, institución a la que respeto tan 
					profundamente, que me enerba, exaspera y me causa sonrojo 
					los sucesos que, de momento, han concluido con el intento de 
					suicidio de un hombre cuya vida giraba entorno a su 
					profesión, alrededor de su impoluta carrera militar hasta 
					que el cruel destino lo trajo hasta Ceuta. 
					 
					La traición no está contemplada en los códigos de los hombre 
					de honor. La cobardía y la falta de hombría para asumir las 
					responsabilidades no es propia de quienes se supone tienen 
					entre sus manos la organización de secciones, unidades, o 
					estructuras internas diversas sean las que fueren, en el 
					entorno que fuese tanto civil como militar. Tirar la piedra 
					y esconder la mano es sólo propio de personas rastreras que 
					deshonran el traje y el significado de la lealtad como 
					principio básico de comportamiento.  
					 
					En el caso que nos ocupa, o sea, en las supuestas 
					investigaciones a civiles desde el estamento militar, el 
					tufo a podrido alcanza a muchas manzanas alrededor del 
					centro neurálgico desde donde partió la supuesta orden a los 
					operativos. En el ‘bunker’ no siempre queda constancia 
					firmada de órdenes concretas. Allí lo que se habla queda en 
					el secreto absoluto de los intervinientes y los eslabones, a 
					veces, quedan sueltos para evitar conexiones que puedan 
					llegar a resultar una incomodidad en la estrutura 
					jerárquica. De manera que el marrón se lo ‘coma’ el 
					operativo y no el que ordena la operación. Algún mando con 
					responsabilidades en la llamada Inteligencia Militar, esa 
					que se sustenta en la famosa 2ª Sección, se pirraba por 
					descubrir la identidad de quienes venían reflejados en 
					rumores canallas cayendo en una espiral del absurdo en el 
					que siempre se han querido mover bien aquellos a los que les 
					iba, y les va, la marcha del medraje al servicio de la 
					causa. La incorporación en la trama de personajes ajenos al 
					mundo militar ha traído enormes complicaciones en el seno de 
					la COMGE donde, a veces, en escasas ocasiones, la cobardía 
					se camufla con medallas. 
					 
					El ministro se ha precipitado en su decisión. Sus hombres 
					del escalafón militar le han aconsejado muy mal, tan mal que 
					la crisis suscitada no tiene parangón. ¿Quién devuelve el 
					honor al deshonrado? y ¿quiénes son los que, aún con 
					galones, no pueden dormir bien por las noches?. 
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