El turismo es, sin lugar a dudas,
una auténtica gallina de los huevos de oro, incluso los
turistas más cutres, que aquí llamamos “de calcetín blanco,
sandalias y botellín de agua rellena en los servicios de los
bares” sueltan algunas monedillas, por más que vengan
propuestos a no gastar ni en unas castañuelas de plástico.
Mola más, por supuestísimo, el exquisito turismo árabe
marbellí, con las elegantes damas saudíes cerrando las más
exclusivas tiendas de moda por agotar las existencias y los
príncipes, en Rolls, coleccionando Rolex personalizados. Ero
ese glamour está muy definido geográficamente, tienen sus
palacios de verano en la milla de oro de Marbella y no se
menean más que, para subirse a los yates y largarse a
Córcega, porque, la Costa Esmeralda es mucha Costa Esmeralda
y por esos lares reina y gobierna el superchic Aga Khan, que
se acaba de divorciar de su recauchutada y siliconada última
esposa, la Begum Inaara, Inaara que no Ainara que es un
nombre de mujer vasco que significa golondrina.
Pero, puestos a escoger, más que Córcega me quedo con
Sicilia y dentro de la isla con Catania, lugar de nacimiento
de uno de mis más cercanos amigos intelectuales, el poeta
siciliano Felice Cultera que vive entre los palacios Serena
y Quo Vadis de Marbella y cuyas obras en verso, “Contrabando
de luz” y “El árbol de las mariposas” traduje del italiano
al español y prologué con amplitud. No obstante, ni la
familia Cultrera, donde Ana, la mujer de Felice es hermana
de Titi Muñoz, Angeles Muñoz, futura alcaldesa marbellí ni
los árabes son turistas, sino residentes extranjeros y esos
sí que crean riqueza, invierten, mueven el sector
inmobiliario, frecuentan actos culturales y se dejan una
pastora. ¿Qué a que viene la reflexión? Pues a la feria
Fitur que me ha hecho palidecer de envidia cochina, por la
estatua maravillosa de Hércules de la que gozan ustedes en
Ceuta y que da idea de que, el Consistorio no está integrado
por el “lobby merdellón” que padecemos en Málaga sino por
gente fina. De hecho, en esta ciudad marinera, anunciaron
que, en el nuevo paseo marítimo iban a poner una escultura
de uno de esos escultores que saca de no sabemos donde el
Alcalde. Nos ilusionamos. Hasta que vimos el invento llamado
algo así como “El caminante” y que consiste en unos palos de
hierro, asquerosos, que el pueblo confundió en principio con
una antena de telefonía móvil de las grandes, hasta que nos
enteramos que, esa porquería era la obra de arte y que,
encima, habían pagado por ella. Lo mismo que en el corazón
de la calle Larios, decimonónica y exquisita donde pusieron
un objeto al que la gente bautizó como “boñiga de dinosaurio
del Parque Jurásico” por su anatomía zurullil inconfundible
y escatológica y resulta que no, que era la “obra de arte”.
Su Hércules de ustedes, por lo que he visto en fotos si que
es arte, porque da una placentera sensación de bienestar, no
como la cosa que ha realizado Miguel Barceló en la catedral
de Palma de Mallorca, que parece que, las paredes, tienen la
lepra. Arte, turismo, atractivos estéticos para el visitante
y alardes antiestéticos para espantar y horrorizar a la
gallina clueca de los huevos de oro.
Ceuta tiene la suerte de que, por lo que parece, no se ha
visto acometida por la fiebre del cemento feroz, lo que se
hace es hermoso y resulta un placer contemplarlo, felices
ustedes, enhorabuena.
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