Hay profesionales, de distintos
medios, entregado a una causa que defienden a capa y espada
mientras a los contrarios, como decía aquel, ni agua. Lo que
muestra, a las claras, la gran independencia de que gozan en
los distintos medios en los que ejercitan su trabajo.
Algunos de ellos, en sus programas en las cadenas
televisivas, nos cantan las grandezas realizadas por el
partido al que defienden sin permitirles, al resto de los
partidos, ni la más mínima cosa bien realizada puesto que,
según su propia versión, todo cuanto han hecho está muy mal
hecho, y lo que deberían hacer es tomar como ejemplo el bien
hacer a su partido que nada hace mal.
A uno de estos presentadores entregado a la causa con ardor
guerrero, en el programa que presenta, he dejado de verlo y
escucharlo porque, con la patata en la boca, no hay un dios
que se entere de la mitad de lo que dice. Casa que me alegra
una jartá, el evitarme tener que escuchar todas las
“fantasmadas” del personaje. Y que conste, en acta, que
quitándole que no hay un dios que se entere de la mitad de
lo que dice, por culpa, culpita, de la maldita patata que
tiene en a boca mientras habla, no es mal presentador según
algunos entendidos que, incluso, le ven hasta un montón de
gracioso. Cosas de la vida.
Servidor, perdón por señalar, cree que todos los gobiernos,
uno más y otros menos, han hecho cosas buenas por España.
Contar, porque uno sea de unas ideas distintas, nada más que
los errores cometidos por los contrarios, además de ser una
gilipollada de altos vuelos, es tener el convencimiento
pleno de que el pueblo español es tonto de remate. Y,
además, si para hacerle publicidad a un partido todo lo que
se diga de él es bueno y lo del contrario malo, es una
publicidad engañosa que termina cansando al personal y
haciéndoles pensar que ni unos son tan buenos, ni los otros
tan malos. Esa publicidad, mal hecha por cierto, termina
convirtiéndose en un boomeran. Con lo cual, flaco favor les
estamos haciendo a quienes queremos ayudar.
Y ese es otro de los errores que cometen los políticos que
quieren que, todos los días, se estén contando cosas buenas
de la labor que viene realizando al frente de su
departamento, sin permitirles a aquellos a los que pagan,
estómagos agradecidos, ni el más mínimo comentario en su
contra.
A la larga ese error, como todo los errores, tiene un alto
precio político por más que los políticos de turno, se
empeñen en cerrar los ojos a la realidad, pero ninguno de
ellos están por la labor de aceptar la menor de las criticas
realizadas hacia su persona, por algún error cometido en el
desempeño de sus funciones. Y, por supuesto, cometerlos los
cometen y algunos de bulto.
La habilidad de quienes tienen la obligación de defender a
esos políticos está en saber, en todo momento, como
convertir ese error de bulto en algo pasajero y sin mayor
importancia. Tratar de ocultarlo, se puede convertir en una
espada de doble filo para los intereses del político de
turno al que hay que defender.
Esto, por supuesto, no lo entienden los cuatro polítiquillos
de medio pelo, quienes al recibir un “palito” de nada,
cargan con toda virulencia contra el autor del mismo ¡País
de gorras y pitos!.
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