Valgan estas líneas de recuerdo a un hombre, un hindú,
apóstol convencido del pacifismo activo y que era asesinado
por un fanático de su misma religión un aciago 30 de enero
de 1948.
Su sacrificio fue estéril: la independencia de su país,
conseguida incruentamente en 1947, quedó rota entre la Unión
India y el Pakistán musulmán dando lugar a un doloroso
movimiento migratorio y, hasta el momento, a un enconado y
sangriento enfrentamiento entre ambas potencias actualmente
nucleares. Su biógrafo, B.R. Nanda, narra que la violencia
desatada entre las comunidades hindú y musulmana entre 1946
y 1948 sorprendió tanto a Gandhi, fue tan profundo el abismo
entre lo soñado y lo vivido..... que el Mahatma se sintió a
merced de un sentimiento muy hondo de fracaso.
Tampoco se consolidó la cohesión del movimiento gandhiano
dividiéndose, según su discípulo Vinoba, en cuatro
corrientes los herederos de su pensamiento.
Mientras que en su tierra va engrosando la figura de los
héroes míticos, en Occidente asistimos a una lenta
recuperación de su vida y de su obra, popularizada en 1982
en la pélicula homónima dirigida por Sir Richard
Attenborough y soberbiamente interpretada por el actor
inglés Ben Kingsley.
Abogado pero de formación autodidacta, Ghandi fue un hombre
que se hizo a sí mismo. Las influencias que tuvo en su
formación intelectual no parecen abundantes: lecturas de
Ruskin, Carlyle, del novelista ruso Tolstoi (con el que
llegó a cartearse) y del anarcopacifista norteamericano
Henry David Thoreau, dejaron fuerte huella en su espíritu.
Conocedor a fondo de la Biblia cristiana (Los Evangelios),
en especial del Sermón de la Montaña, fue muy divulgada su
opinión Creo en el Cristianismo pero no en los cristianos.
Como él mismo explicaría, Fue el Nuevo Testamento el que
realmente me despertó a la justicia y al valor de la
resistencia no-violenta. El ‘Bhagavad Gita (libro sagrado
del hinduísmo) ahondó esta impresión y ‘El Reino de Dios
está entre voostros’, de Tolstoi, le dió forma definitiva.
Aunque llegó a declararse socialista en alguna ocasión, no
parece que llegara a estudiar a autores como Marx, Bakunin o
Kropotkin, cuyas obras en vida del Mahatma ya estaban
suficientemente divulgadas.
Dirigente sindicalista (particularmente en su etapa
surafricana), encarnó el pensamiento en su propia vida,
trascendiendo al clásico filósofo o pensador parapetado tras
su cómoda torre de marfil. El Mahatma bajó al ruedo.
La lucha contra la injusticia, a su juicio auténtico
mandamiento religioso, la encierra Ghandi en tres palabras
del Gita:
- Ahimsa, no-violencia.
- Aparigraha, no-posesión.
- Sambraha, igualdad, tesón.
Un seguidor español, Gonzalo Arias, resume en tres puntos la
táctica gandhiana de la no-violencia:
- Renuncia solemne a todo procedimiento sangriento.
- Estudio previo y pasos escalonados.
- Publicidad adecuada.
Avatares del destino me llevaron, ¡hace ya tantos años!, a
estudiar en profundidad la obra del Mahatma, llegando
incluso a simpatizar en esa época de la vida en la que uno
es, como diría Gabo, jóven, feliz e indocumentado, con el
pensamiento gandiano, cuyos límites tuve ocasión de exponer
en un congreso sobre la Paz y El Desarme celebrado en la
entonces ciudad divida de Berlín a principios de la década
de los 80, no sin un previo y polémico debate, en la campiña
francesa, con uno de sus seguidores europeos más conocidos:
Lanza del Vasto.
Sirva pues esta página como un sencillo homenaje a ese
pequeño gran hombre, aun virtualmente desconocido, a la
pacífica, integrada y laboriosa comunidad hindú de nuestra
Ciudad y, en general, a todos los seres humanos de buena
voluntad a lo largo y ancho de la herida Gaia, la común
madre Tierra.
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