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OPINIÓN - JUEVES, 1 DE FEBRERO DE 2007

 
OPINIÓN / SNIPER

Gandhi, el apóstol del pacifismo pacifismo

Por J.L. Navazo


Valgan estas líneas de recuerdo a un hombre, un hindú, apóstol convencido del pacifismo activo y que era asesinado por un fanático de su misma religión un aciago 30 de enero de 1948.

Su sacrificio fue estéril: la independencia de su país, conseguida incruentamente en 1947, quedó rota entre la Unión India y el Pakistán musulmán dando lugar a un doloroso movimiento migratorio y, hasta el momento, a un enconado y sangriento enfrentamiento entre ambas potencias actualmente nucleares. Su biógrafo, B.R. Nanda, narra que la violencia desatada entre las comunidades hindú y musulmana entre 1946 y 1948 sorprendió tanto a Gandhi, fue tan profundo el abismo entre lo soñado y lo vivido..... que el Mahatma se sintió a merced de un sentimiento muy hondo de fracaso.

Tampoco se consolidó la cohesión del movimiento gandhiano dividiéndose, según su discípulo Vinoba, en cuatro corrientes los herederos de su pensamiento.

Mientras que en su tierra va engrosando la figura de los héroes míticos, en Occidente asistimos a una lenta recuperación de su vida y de su obra, popularizada en 1982 en la pélicula homónima dirigida por Sir Richard Attenborough y soberbiamente interpretada por el actor inglés Ben Kingsley.

Abogado pero de formación autodidacta, Ghandi fue un hombre que se hizo a sí mismo. Las influencias que tuvo en su formación intelectual no parecen abundantes: lecturas de Ruskin, Carlyle, del novelista ruso Tolstoi (con el que llegó a cartearse) y del anarcopacifista norteamericano Henry David Thoreau, dejaron fuerte huella en su espíritu. Conocedor a fondo de la Biblia cristiana (Los Evangelios), en especial del Sermón de la Montaña, fue muy divulgada su opinión Creo en el Cristianismo pero no en los cristianos. Como él mismo explicaría, Fue el Nuevo Testamento el que realmente me despertó a la justicia y al valor de la resistencia no-violenta. El ‘Bhagavad Gita (libro sagrado del hinduísmo) ahondó esta impresión y ‘El Reino de Dios está entre voostros’, de Tolstoi, le dió forma definitiva. Aunque llegó a declararse socialista en alguna ocasión, no parece que llegara a estudiar a autores como Marx, Bakunin o Kropotkin, cuyas obras en vida del Mahatma ya estaban suficientemente divulgadas.

Dirigente sindicalista (particularmente en su etapa surafricana), encarnó el pensamiento en su propia vida, trascendiendo al clásico filósofo o pensador parapetado tras su cómoda torre de marfil. El Mahatma bajó al ruedo.

La lucha contra la injusticia, a su juicio auténtico mandamiento religioso, la encierra Ghandi en tres palabras del Gita:

- Ahimsa, no-violencia.

- Aparigraha, no-posesión.

- Sambraha, igualdad, tesón.

Un seguidor español, Gonzalo Arias, resume en tres puntos la táctica gandhiana de la no-violencia:

- Renuncia solemne a todo procedimiento sangriento.

- Estudio previo y pasos escalonados.

- Publicidad adecuada.

Avatares del destino me llevaron, ¡hace ya tantos años!, a estudiar en profundidad la obra del Mahatma, llegando incluso a simpatizar en esa época de la vida en la que uno es, como diría Gabo, jóven, feliz e indocumentado, con el pensamiento gandiano, cuyos límites tuve ocasión de exponer en un congreso sobre la Paz y El Desarme celebrado en la entonces ciudad divida de Berlín a principios de la década de los 80, no sin un previo y polémico debate, en la campiña francesa, con uno de sus seguidores europeos más conocidos: Lanza del Vasto.

Sirva pues esta página como un sencillo homenaje a ese pequeño gran hombre, aun virtualmente desconocido, a la pacífica, integrada y laboriosa comunidad hindú de nuestra Ciudad y, en general, a todos los seres humanos de buena voluntad a lo largo y ancho de la herida Gaia, la común madre Tierra.
 

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