Se lo aseguro a ustedes. Pocas
veces he presenciado algo tan triste… Me he quedado en
silencio unos segundos, para regurgitar y masticar las
sensaciones, en plan camélido, en plan abogada que defiende
a mujeres maltratadas, que no hay dinero para que servidora
defiende a un maltratador ¿Qué por que no digo a “un
hijoputa maltratador”? Porque los maltratadores no me
parecen hijos de puta, sería faltarles al respeto a las
pilinguis y a las que se ganan la vida con el quehacer de la
ingle, para mi son más bien “hijos de vicuña” es decir, de
una cabra salvaje del Perú que, encima, tiene fama de
demente y es estrábica como un camaleón.
¿Qué que es lo que me ha parecido triste? Pues ayer
mañana,unas horas en uno de los Juzgados de Violencia
doméstica de Málaga. El nº2 lo lleva fenomenalmente la guapa
y lista Conchita que es íntima de mi comadre y hermana María
Luisa Roldán. Y el otro tiene como jueza a una chica rubia,
con pinta de niña bien de la calle Serrano, pero capaz de
poner firme a un energúmeno, aunque pese doscientos kilos,
con solo mirarle fijamente. A nosotras nos tocó el nº1 y
tuvimos que esperar en la llamada “Sala de Víctimas” que es
un apartado con unas sillas, atestado de mujeres, todas
ellas protegidas por órdenes de alejamiento y a la espera de
comparecer ante alguna de las juezas. Y el lugar, pese a
estar ocupado por un ejército femenino, permanece
extrañamente silencioso, nadie habla con nadie, si acaso,
algún niño pequeño, llevado por su madre, protesta, pero el
silencio de catedral de piedra del lugar absorbe los
llantos. “Víctimas”. Todas ellas. Y eran demasiadas. Y cada
vez que he acudido a acompañar a una mujer, que no es
clienta, sino compañera y hermana, el lugar ha estado lleno
y el trajín de los Juzgados ha sido notable, un no parar,
caso tras caso, declaración tras declaración, desgarro tras
desgarro.
¿Saben en lo que yo, como letrado, distingo a una mujer
maltratada? En el mirar y en la comisura de los labios,
todas idéntico rictus de amargura, un rictus tallado día
tras día, año tras año, por el miedo y la pena. Dice alguna
frívola que se las da de rompedora “Adoro mis arrugas,
porque me ha costado años lograrlas” ¡Que graciosa! Se nota
que no ha sentido el vacío en el estómago al oír la llave en
la cerradura de la casa, ni ese bloqueo helado y siniestro
que se llama “terror”.
La estúpida pretenciosa de turno no bromearía con las
arrugas si , sus surcos nasogenianos estuvieran conformados
por gemidos. ¿Y los ojos? “Botox para las patas de gallo” Se
lo juro a ustedes, ni todo el botox, llamado en cosmética
Vistabel, ni todo el bótox del mundo sería capaz de iluminar
la mirada sin brillo de una mujer maltratada. Los mismos
ojos en jóvenes y menos jóvenes, sin vida, con párpados
prematuramente marchitos, ojos irritados y secos. Deberían
catalogarlos para hacerlos estudiar a los jóvenes futuros
abogados, porque esa mirada sin esperanza, pero con una
extraña dignidad, es inconfundible. “Sala de Víctimas”
fuera, en el pasillo, una humanidad vocinglera y enfurecida,
bien familiares de las víctimas, bien de los agresores,
ocupa su tiempo en hacer observaciones ofensivas en voz alta
y echarse malas miradas, cuando no se enzarzan directamente
y se lían a palos entre ellos. Como es la gente, que tiene
la leche que tiene. Dentro el silencio y las miradas sin luz
¿Qué están diciendo? ¿Creen que me importa lo que ustedes
murmuren? ¿Qué esas mujeres, si están denunciando es que
mantienen intacto el soplo de la vida y de la esperanza?
Esta vez me callo. Ustedes hablan con boca de sabios. A mí
también me han dado esperanza. Gracias.
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