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OPINIÓN - MARTES, 30 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Lecturas dominicales
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es domingo. Leo la prensa en internet mientras espero que mi cuñado traiga los periódicos dominicales. Sigo teniendo predilección por los medios escritos. Disfruto leyendo a quienes saben escribir. La lectura me hace mucho bien. Aunque no hasta el extremo de poder atribuirme el beneficio que le reportaba a Montesquieu: “No habiendo tenido nunca un disgusto que una hora de lectura no me haya quitado”.

Pues en mi caso, sé a ciencia cierta que sin la conciencia aquietada me resulta imposible centrarme en lo que leo. Yo necesito la condición ideal de reposo y calma para acudir a los anaqueles y elegir el primer libro que en esos momentos me entre por los ojos.

Es lo que hago cuando mi cuñado llega y me dice que nos hemos quedado sin prensa porque los barcos, debido al temporal de levante, se han quedado sin navegar. El libro elegido lleva por título Cuaderno amarillo y es Salvador Pániker su autor. No hace falta decir que me dispongo a releerlo.

A Salvador Pániker lo definió Francisco Umbral como un catalán de Nueva Delhi, indio de Pedralbes. Y le adjudicó la etiqueta de hombre renacentista. No en vano es ingeniero, editor, filósofo...

Cuaderno amarillo está escrito en forma de diario y en él se cumple perfectamente lo que se nos dice en la solapa del libro: que hay una mezcla de anécdota con la categoría y en sus páginas se expone una nueva visión del mundo...

Digo que el libro está escrito a modo de memoria y, por tanto, me paro en el día 26 de noviembre, del año en que fue escrito lo que sigue: “Abundan los llamados “cristianos sin Iglesia” y que, sin embargo, “rezan” o meditan”. La tendencia es que cada cual organice a su gusto su propio espacio religioso. El objetivo ya no es la felicidad en el “más allá” sino la dicha “aquí abajo”, en lo cual ha influido, por supuesto, el espectacular aumento de la esperanza de vida. Y concluye: “Cuando las gentes vivían a lo sumo 30 años, el “más allá” era muy importante; hoy, con una esperanza de vida de 80 años, lo que cuenta es la salud del cuerpo aquí y ahora”.

Pues bien, si la Iglesia, que es sabia y poderosa por lo que los hombres le han venido contado a través de siglos, tiene mala prensa y pierde fieles a borbotones, cómo es posible que los políticos no aprendan para no poner en peligro una democracia treintañera.

La gente está harta de enfrentamientos entre partidos que carentes de ideologías han de enfocar los problemas de maneras muy distintas a fin de entrar en debate para marcar las diferencias y hacer proselitismo con esa forma de encausar los asuntos.

Y parece que los políticos disfrutan de lo lindo enrareciendo el ambiente y de esa forma propiciar la división de los españoles y que se vuelva a hablar de las dos manidas Españas machadianas. En tanto y cuanto la tercera España, compuesta por una miríada de personas moderadas, asiste al debate sumida en la preocupación y con niveles excesivos de hartazgo.

Esa tercera España, formada por quienes acuden a las urnas tras haber pensado mucho la concesión de su voto, y que también puede generar gran cantidad de abstenciones, está pidiendo a gritos la presencia destacada de un líder capaz de amansar las aguas revueltas de la mar procelosa en que los partidos políticos han convertido la España de todos.

Un líder, democrático, naturalmente; y nunca la figura de un tirano por el cual parece suspirar Ignacio Villa -redactor de informativos de La Cope-, cuya personalidad arrastre a una mayoría de españoles que quieren vivir en paz y reírse incluso de esos mitos con los que catalanes y vascos hacen banderas separatistas. Porque, si los vascos no matasen -perdón, algunos vascos-, seguramente más que miedo nos servirían para cachondearnos de ellos.
 

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