Volvía ayer con mi amigo M.B. de Rabat, donde tuve el
privilegio de asistir en la cercana Temara al importante
congreso de alcaldes y concejales del PJD (el partido
moderado del islamismo parlamentario marroquí), cambiando
impresiones con su secretario general al que conozco desde
hace tiempo, Saâd El Othmani y al que tuve ocasión de
entrevistar, Daoudi (cualificado economista y parlamentario
por Fez), Reda ben Khaldun (teniente de alcalde en Rabat y
al frente de la comisión de Exteriores del partido) junto a
los alcaldes de Mekinéz (el elegante Aboubakr Belkora),
Kenifra, Ouazzan y Alcazarquivir, además de una masiva
representación de los más de 500 concejales venidos de todo
Marruecos incluído uno de la vecina Castillejos y, cómo no,
nuestro amable y caluroso anfitrión, el alcalde de Temara.
En ruta de madrugada y tras la típica parada en Siwana,
donde degustamos unas sabrosas chuletillas de cordero a la
brasa, rumiamos abiertamente (mantenemos una buena amistad
desde hace años) sobre el ya abierto jaque lanzado a toda la
región magrebí por el fuertemente armado GSPC (Grupo
Salafista para la Predicación y el Combate), fundado en 1998
por Hassan Hatab, filial desde septiembre de 2006 del
holding terrorista Al-Qaïda y al que en el Dar Riffien del
otro día sugería yo enfilarlo bien y no perderlo de vista.
Si bien desde septiembre del año pasado los especialistas
vinculaban ya directamente, sin más ambages, al GSPC con Al-Qaïda,
la noticia que comentábamos era de hondo calado. Según un
comunicado fiable aparecido la semana pasada en una web
próxima a la organización terrorista, firmada por un tal
Ahmed Abou Abdallah, tras la autorización del número dos (el
médico egipcio Al-Zarqaoui, Ben Laden sigue missing) el GSPC
habría desaparecido como tal reconvirtiéndose en una sección
regional: Al Qaïda en el Magreb. El lema de su banderín de
enganche, su grito de guerra terrorista, es bien claro:
Hijos del Magreb Musulmán: es vuestro día.
De hecho, en los últimos tiempos el GSPC se había vuelto
particularmente ágil y activo, intentando extender sus
venenosos tentáculos por toda la región: en Argelia, varias
explosiones sacudían el pasado lunes 22 la wilaya de Setif,
mientras que en la wilaya de Medea (360 kms. al este de
Argel) una bomba artesanal explotaba al paso de un vehículo
militar matando a un soldado e hiriendo a varios más. En
Túnez las fuerzas de seguridad detenían, entre el 23 de
diciembre y el 3 de enero (tome nota el lector de las
fechas) a 27 activistas (miembros de un grupo que ya había
sido golpeado por la policía italiana en Milán en mayo de
2005) abatiendo, en un enfrentamiento armado el último día
del operativo en una villa en construcción a las afueras de
Solimán (localidad 30 kms. al sur de Túnez capital), a tres
terroristas incluído su emir, Lassaad Sassi.
Guste o no, el entramado terrorista Al-Qaïda ha entrado
violentamente en los anales de la historia: primero operando
al servicio de occidente en su lucha contra la URSS,
Afganistán por medio. En una segunda, atentando directamente
contra los intereses de sus antiguos patronos: arrasando
simultaneamente en 1998 las embajadas de los Estados Unidos
en Nairobi y Dar es-Salam inicialmente, para atacar después
un 11 de septiembre en el corazón de Occidente: Nueva York.
Duramente golpeada desde entonces, Al-Qaïda como
organización terrorista en sí va pasando de forma progresiva
del enfrentamiento directo a la delegación, encarnando en el
caso que nos ocupa una peligrosísima y desestabilizadora
idea: la yihad en el Magreb. Desde Marruecos a Mauritania,
Argelia, Túnez y Libia, donde en las mismas narices de
Gadafi opera el GICL (Grupo Islamico Combatiente Libio).
Sugería antes al lector que barajara las fechas, es decir:
los operativos coincidentes en el tiempo (diciembre-enero) y
en el espacio: el Magreb. Desde Ouezzan a Tetuán en el norte
de Marruecos, pasando por la operación Duna en Ceuta (ciudad
española pero geográficamente norteafricana, no lo
olvidemos), la respuesta de las fuerzas armadas en Argelia
y, a caballo de todos, el importantísimo operativo de las
fuerzas de seguridad de Túnez. Cuando menos curioso.
Precisamente y en lo que respecta a las últimas detenciones
de la policía marroquí en Tetuán, circula en ciertos
mentideros la versión de la intercepción de una llamada
telefónica (que habría desencadenado la operación) en dos
versiones, para liar y e intentar intoxicar mejor al
personal: se habla de una conferencia de segundos entre uno
de los detenidos y un alto responsable de Al-Qaïda. Otrora,
de la llamada desde Oriente Medio de uno de los jóvenes
yihadistas a su madre. Más creíble a mi juicio esta última y
por razones que ahora no vienen al caso.
Lamentablemente (Marruecos es nuestro vecino), el 75% de los
efectivos del terrorismo islamista detenido en Europa posee
la nacionalidad marroquí (combinada a veces con las de otros
países europeos). Precisamente, el 12 de enero la justicia
marroquí condenaba a tres años de prisión cerrada a uno de
ellos, Khalid Oussaye, belga de orígen marroquí y activista
del GICM (Grupo Islámico Combatiente Marroquí), extraditado
hace unos meses nada más y nada menos que desde Siria.
Chuia, chuia, algunos países europeos parecen empezar a
reaccionar ajustando su panoplia legislativa. El tolerante
Reino de Holanda en cabeza como veremos mañana, junto con
los últimos movimientos de los islamistas presos en cárceles
marroquíes
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