No me gusta este mundo que camina
sin conciencia, que se mueve al revés de la vida, violento
hasta más no poder, que existe pero no vive, siempre inmerso
en contradecir lo que es ley natural. Las reyertas están a
la orden del día. Acostumbrados a convivir con la barbarie,
ha dejado de ser esa noticia que nos pone en movimiento. Eso
de morir acuchillado en cualquier esquina hay que frenarlo
como sea. Creo que es más efectivo, en vez de tomar la calle
que suele avivar el ojo por ojo y diente por diente,
trabajar a destajo por la ecuanimidad y, con la entereza
debida, utilizar los guantes de la verdad. Que la justicia
ajusticie en autenticidad y deseche las manoplas de la
mentira, es norma justa y ha de ser principio de acción. Por
propia experiencia sabemos que cuando se entra en
contradicción casi siempre se sale a guantazos.
Sigamos con los reveses. También el éxito suelen llevárselo
los poderosos y el fracaso los débiles. Al contrario de lo
que sucede en la vida, donde el agua es más fuerte que la
roca; o, en el espacio de los sentimientos, donde el amor
siempre es más fuerte que la violencia. Sería bueno que el
dinero, el poder y la fama se utilizasen con menos codicia,
orgullo y vanidad, y más como instrumentos reconstituyentes
de utilidad social compartida y de bien común. En este
sentido, sirva como ejemplo esperanzador y extensivo, el
compromiso de once de las principales empresas españolas.
Las citadas sociedades han ideado una campaña de apoyo y
difusión de los Objetivos del Milenio, como es erradicar la
pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria
universal, promover la igualdad entre los sexos y la
autonomía de la mujer, reducir la mortalidad de los niños
menores de cinco años, mejorar la salud materna, combatir el
sida y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad del
medio ambiente y fomentar una asociación mundial,
convirtiéndose así en el mayor esfuerzo de comunicación en
este ámbito auspiciado por grupos empresariales y puesto al
servicio de la ONU. Hay sudores que valen la pena, sobre
todo cuando nuestros pasos sirven para dar vida a la vida.
Sería saludable para todos hacerle más caso al juez que
todos llevamos dentro, al instinto que nos lleva a juzgarnos
a la luz de las leyes morales. Parece como si cada día se
incorporasen más gentes a la vida en plan egoísta, sin
escuchar los latidos de la conciencia. Para mí, por ejemplo,
no tienen corazón aquellos que dejan a los niños sin
progenitores. Una fiebre nueva que se viene poniendo de
moda. Sin embargo, la realidad nos dice que un creciente
número de niños se pregunta ya quién puede ser su padre. A
mi juicio, esta forma de concebir en busca de una propiedad
más, me parece que es una verdadera salvajada propia de
bestias y en absoluto ético.
En su lucha contra el individuo, la sociedad – dijo William
Somerset Maugham- tiene tres armas: ley, opinión pública y
conciencia. Tantas veces la justicia no gobierna las
palabras de la ley y la televisión mueve al borreguismo a la
opinión pública, que nos queda sólo la conciencia para
despertar a un mundo de esencias. La dicha de un corazón
puro, si nos sirve como horizonte a conquistar, es la mayor
de las alegrías. En suma, considero que instalarse en un
mundo al revés de la vida es peor que una maldición. Más que
nunca, seamos realistas, el amor no es un lujo, es una
condición necesaria y urgente para la supervivencia de los
seres humanos.
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