Firmas personales en cada uno de los grabados que el Museo
de las Murallas Reales expondrá hasta el próximo mes de
abril. El Taller Experimental del Realejo de Granada
aglutina a intérpretes de sus propios anhelos procedentes de
todos los puntos de la geografía andaluza. El espacio, la
evolución, la mujer, la comunicación, la leyenda lorquiana,
el genio juanramoniano con colores y formas que narran la
historia de grabadores sevillanos, granadinos y almerienses,
que con sus cuentas generacionales a cuestas muestran los
grandes enigmas de la humanidad en sus obras.
Del brazo de Cayetano Aníbal, el rojo gana fuerza, porque es
la belleza, la prohibición en un mundo globalizado en el que
cuesta comunicarse, compartir. El mito de Eva se eleva a su
esencia. Las etapas de Carlos Villalobos se diferencian en
mayor medida. Paisajes recónditos, desde el estéril desierto
hasta el frondoso bos por los que que viaja el autor en
busca de la textura. Luego un juego de luces y colores, toca
su obra más actual.
Armando Salas estudia la piedra, el enfrentamiento entre
natura y el progreso del hombre, que empequeñecido descubre
que sus pasos le han llevado al mismo lugar de partida.
Araceli de la Chica manifiesta la importancia de la
perspectiva, la profundidad con una clara incidencia del
dibujo técnico. La geometría ayuda a la autora a buscar el
contraste de luces y sombras que el juego del color le
permite. La escasa vegetación se deja entrever en algunas de
sus obras, sobre todo, encarnada en la figura del ciprés.
Los miembros del Taller del Realejo de Granada trabajaron en
la ilustración de una obra juanramoniana que casaba dos
elementos singulares para estos artistas: el particular
mundo del autor onubense y la inspiración granadina. Dentro
de la exposición que descansa en las Murallas Reales, cada
uno de los autores, tienen dos grabados con algunos puntos
en común: el paisaje granadino donde los cipreses ganan
protagonismo a la figura humana.
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