Recuerdo que cuando era niño, en
el supuesto de que alguna vez lo fuese, jugando a las bolas
en el patio de las gaseosas un amigo mío, Antonio “El
Malagueño”, cuando alguien quería ganarnos a todos y se
llevaba las bolas de los demás decía: ”la avaricias rompe el
saco”. Y no se por qué razón, al día siguiente, perdía
cuanto había ganado el día anterior. Cosa que aprovechaba,
Antonio “El Malagueño”, para recordarle unas pocas de veces
la frase que le acostumbraba a decir cuando se llevaba
nuestras bolas, dejándonos “espeluchados”.
Cada día que pasa mis neuronas, las pocas que me quedan,
vuelven al pasado y me traen el recuerdo de mi amigo y su
frase que por cierto viene, en estos tiempos en que vivimos,
como anillo al dedo ante la cantidad de corrupción que se
descubre cada día por culpa de la avaricia de unos cuantos,
que no se conforman con lo que tienen y su ambición
desmedida les lleva a tomar lo que no es suyo. ¡Que razón
llevaba mi amigo con su frase!.
Esa fauna, formada por los ambiciosos, jamás desaparecerá de
la vida de los pueblos queriendo, en su desmedida ambición,
llevarse todo lo que se puedan llevar a costa de lo que sea.
Ellos se aplican aquella canción que dice: “el que tiene un
peso ,quiere tener dos // El que tiene cinco quiere tener
diez // Y el de los cincuenta quiere tener cien”. Todos
ellos, esa torre que forman los ambiciosos, son esclavos de
ese papel sucio y maloliente que es el dinero.
Por eso, cuando se entra en política a ocupar un cargo
público, hay que ser como la mujer del César, no sólo serlo
sino parecerlo. De no ser así se estará expuesto a que,
cierto día, se topen con un juez como el del caso Malaya y
se termine haciéndole compañía a los inquilinos que ya están
en Alahurín de la Torre. Y todo por esa ambición desmedida
que no pueden dominar y que, como bien decía mi amigo, la
avaricia rompe el asco.
Hay quienes ya tienen suficiente para vivir con tranquilidad
ellos y toda su descendencia, pero no se conforman quieren
más, mucho más, y se siguen apuntando al carro para seguir
chupando de la teta de la vaca, aplicándose aquello de:
“mientras el cuerpo aguante” a ver todo lo que me puedo
llevar. Y ni te cuento, serrana del alma, si por el camino
pueden participar en dar algún que otro “pelotazo” que
aumente sus riquezas. Entonces, amigo guardia, es el no va
más de la felicidad de toda esa fauna de “trincones” que
pululan por los pueblos de España.
Como las meigas, haberlos haylos en todas partes, ningún
pueblo esta a cubierto de esa fauna de ambiciosos, que sólo
viven por y para tratar de conseguir la mayor cantidad de
dinero. Y aunque siempre aleguen mientras el cuerpo aguante.
Y cosa curiosa, algunos de los pertenecientes a esa fauna de
mientras el cuerpo aguante, se le van cayendo los fundillos
de los pantalones y las neuronas les patinan más que el
embrague de un cuatro latas.
Por cierto son los primeros, estos de los fundillos caídos y
la próstata diciendo aquí estoy, en decir que hay que darle
paso a la juventud, porque sus cansados cuerpos ya han hecho
bastante y no aguantan más. Manda... la cosa.
Las elecciones a la vuelta de la esquina y, por supuesto,
los partidos tienen sus listas. ¡Viva San Urbano!
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