Me encanta ver a los amigos
reunidos, comiendo a mesa y mantel, mientras conversan sobre
sus cosas y, por qué no decirlo, sobre sus futuros negocios.
Nada hay mejor, para hablar de negocios futuros, que una
buena mesa. Eso sí pagando el amigo de turno que está una
jartá de feo eso de meterse la mano en el bolsillo y más
cuando no se está acostumbrado por aquello del gañoteó. ¡Si
los manteles hablaran, la de cosas que nos íbamos a enterar!
Me pregunta usted, amigo guardia, qué comieron, ambos dos,
mientras hablaban de los posibles negocios de un futuro no
muy lejano. Siento no poder decírselo porque llegué tarde.
Lo que si le puedo decir, porque lo vieron estos dos peazos
de ojos que se tienen que comer los asquerosos de los
gusanos es lo que, ambos dos, comieron de postre. Se
pidieron dos manzanas al horno.
Hay que ver el juego que dan la manzanas y lo digestivas que
son. Nada más que tenemos que tener en cuenta, lo bien que
le sienta al cuerpo, después de una frugal comida, una
copita de sidra que, sin duda alguna, es un producto sacado
de la manzana. La verdad es, todo hay que decirlo, que a las
manzanas se le sacan un gran producto aunque, por supuesto,
Adán no le sentó nada bien el bocadito que le pegó a la
dichosa manzana que le ofreció, Eva, en el paraíso, y por
culpa del mencionado asunto estamos paganado las
consecuencias
Oiga, amigo guarida, lo contrario de lo que le estaba
pasando a este par de amiguetes que habían pedido manzanas
al horno de postre. Nada más había que verles las caras, se
les notaba la gran satisfacción que encontraban, cada vez
que le daban un bocadito a la manzana. Para servidor, qué
quieren qué les diga, mirando como, aquellos dos personajes,
sentían tan inmenso placer, en cada ocasión que le metían el
diente y se llevaban a la boca un bocadito creo, firmemente,
que sentían el mayor place de sus vidas. Vamos, esto no lo
puedo asegurar, pero estaría por apostar que se les ponían
los ojos en blanco, del placer que recibían a cada bocado.
Vendo aquella escena, entre estos personajes, amiguetes del
alma, amiguetes y, además, amiguetes de las manzanas, pensé
que ,al menda, también le gustaría poder darle un bocadito,
aunque fuese mucho más pequeñito, a una manzana. Oiga lo que
sentían, ambos dos, en cada bocado era para tenerle envidia
viendo el enorme placer que les producía.
No me lo voy a pensar más, a partir de estos momentos, me
voy a poner manos a la obra, para tratar de averiguar porqué
les producía tanta placer, a estos dos personajes, las
manzanas al horno. Viendo sus caras, y como las caras son el
espejo del alma, el placer les tiene que llegar al fondo el
alma. Y a estos, lo puedo jurar, por todo lo jurable, les ha
llegado lo que se dice al fondo, fondo.
Me encanta, no lo puedo remediar, ver a los amiguetes del
alma, amiguetes, verlos juntos en una mesa y pedir de postre
manzanas al horno. Menos mal que se las comieron allí,
porque si llegan a ser para llevárselas, algunos podrían
pensar que las manzanas se las estaban llevando
“calentitas”. ¡Hay que ver las cosas que el personal puede
pensar sobre el asunto, y todo por pegarles bocados a unas
manzanas!
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