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OPINIÓN - MARTES, 23 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Aspirantes a la redención
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Dentro del Homo Sapiens tal vez la especie más somardona e irritante sea la de los llamados “redentoristas compulsivos” cuyo objetivo vital es redimirnos de nuestras culpas, pecados y malos rollos. Tipo Ministra de Sanidad con sus ñoñas leyes antitabaco cuando, por las fronteras y sin control nos entran enfermedades que ya creíamos erradicadas. Pero el peligro no es un brote de Ébola, sino que, los locales, se acondicionen con peceras para fumadores y que, los carteles estén bien a la vista. El redentorismo buenista tiene, como rasgo definitorio, ese algo almibarado y empalagoso que considera prioritario el que no se publiciten las hamburguesas Big Mac porque son malas para el colesterol, mientras que, en España, nuestros niños, después de años de erradicación, tienen que volver a vacunarse del sarampión. Y a este paso se tendrá que vacunar a la población de la viruela y del tifus. Pero ¡pelillos a la mar! Aunque, en verdad, yo prefiero morirme con los bronquios ahumados que desangrarme por cada poro de mi escuálida anatomía por un virus tropical o que me contagien la tuberculosis y echar los pulmones por la boca. Le preguntaban a Manuel Fraga, Don Manuel, en una entrevista que recuerdo, allá por 1979 que cual era el defecto que le parecía más aborrecible en política y el gallego contestó sin pestañear “la frivolidad”. Y nuestra política actual tiene un mucho de frívola y una superficialidad hipócrita y de alguna manera farisáica, todo en plan “talante y gesto” dos extremos que no hacen puta falta cuando, en Alcorcón, nuestros jóvenes, tienen que salir a reconquistar las calles, hoy en manos de bandas latinas.

Pero preocupa “el botellón” no que, los adolescentes, tengan que aparcar los grandes valores buenistas que se les han venido inculcando machaconamente “solidaridad, caridad, tolerancia” tan bellos, tan primorosos…Y cambiarlos, ante el impacto de la violencia extrema que nos viene de importación, por conductas para las que no estaban ni están preparados y rescatar del baúl de los recuerdos términos extraños y absolutamente obsoletos como son “valor” “hombría” “dignidad” “patriotismo” u “honor” ¡Que palabras tan estrafalarias! Eso sí, los redentoristas compulsivos no parecen considerar que, los jóvenes españoles, quitando el botellón y la ruta bakaladera, sean excesivamente dignos de redimir. Si un caso se les da mil euros si acumulan masters e idiomas y un agujero de treinta metros y que no se quejen, joder, tampoco van a querer que les regalemos un pisito como el del Principito ¡pedazo de agoniosos! Y si salen a las calles, a tratar de recuperarlas y que no manden en ellas los delincuentes, se les manda a la policía para que les majen a palos y les dispersen. ¿Y quien será el redentorista que prometa reformar de raíz lo relativo a la legítima defensa, ampliar el concepto a la americana o a la belga y encima abrir la mano para las licencias de arma corta para que, las criaturas, se puedan defender de lo que han permitido que se nos venga encima? Porque se han rifado unas elecciones y el político que nos redima del miedo, de la inseguridad, del mileurismo, de los treinta metros y de las enfermedades importadas, con cuarentenas obligatorias, ese tiene compradas todas las papeletas.

De hecho, si nos redimen de la dura realidad, de los tiburones inmobiliarios, de la usura bancaria, de la moral de la moralina y de la grimosa demagogia de la progresía caviar, nos dejamos redimir encantados. Y si se enseña a nuestros niños a decir honor, Patria, lealtad, valor, dignidad, hombría, roja y gualda y testiculina. Entonces haremos cola, como en la Seguridad Social, para aspirar a la redención.
 

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