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OPINIÓN - MARTES, 23 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Contertulios
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Asisto a una tertulia donde a los contertulios habituales, se nos unen a veces transeúntes conocidos que arriban a la ciudad para estar varios días y también ceutíes llegados de afuera por la misma causa. Casi todos ellos, y gracias a Internet, están enterados de lo que sucede en Ceuta y cuando vienen muestran un interés desmedido por conocer más de la vida de una ciudad que siguen en la distancia con enorme interés.

En principio, casi todos coinciden en que la ciudad se ha ido remozando, sin prisas pero sin pausas, y presenta un aspecto inmejorable. Y siempre terminan con la clásica frase: vosotros, por vivirla diariamente, apenas si notáis los grandes cambios que se han operado en ella. Y rematan su intervención con la lisonja de quienes tienen aún el cordón umbilical que les une a la Andaluza niñería, bautizada así por el poeta: “¡Ceuta está preciosa!”.

Sería absurdo negar que tras semejante aclaración no sale a relucir el presidente de la Ciudad. Es el momento en que el nombre de Juan Vivas es manejado por los contertulios. Si bien existe, todo hay que decirlo, cierto recelo a opinar libremente acerca de la primera autoridad municipal.

Es un detalle que a mí nunca se me pasa por alto y al cual respondo con la libertad que suelo concederme cuando frecuento un lugar a donde acuden personas merecedoras de respeto y consideración. En una palabra: confío en que todas esas personas sepan que la tertulia está para disfrutar de un rato de ocio y, sobre todo, para intercambiar pareceres. De manera que esa interacción repercuta favorablemente en quienes participamos de la charla.

Por lo tanto, cuando, como digo, el nombre de Vivas sale a la palestra, yo me suelto la melena y me importa un bledo lo que piensen los demás acerca de mis pareceres en relación con el presidente más votado que ha tenido esta ciudad.

Sé, a pesar de mi confianza en los contertulios, que alguno podría tergiversar mis exposiciones y presentarlas como pruebas evidentes de que me suelo salir de madre cuando hablar de Vivas se trata. O a la inversa: ir largando por ahí que estoy dispuesto siempre a destacar la gestión de quien a medida que pasa el tiempo va ganando en experiencia y obteniendo detractores y enemigos acérrimos.

Pero, antes de continuar perdiéndome en lo secundario, vuelvo a los contertulios por un día que suelen preguntar cuál es la causa por la que los ciudadanos tienen a JV en tan alta estima. Y es ahí cuando yo suelo responder lo siguiente: porque es el mejor presidente que podemos votar y quien mejor representa los valores de una ciudad que, si estuviera presidida por un exaltado, sería peligrosa.

Como en esta vida todo se sabe, por más que se trate de ocultar, tras mi respuesta llega casi siempre la misma pregunta: hubo un tiempo en que Juan Vivas y tú os llevabais a matar, ¿verdad?

Sí; llevas razón. Todo comenzó porque JV cometió un error de bulto: creerse que yo sería ave de paso por esta tierra y nunca pensó que fuera verdad mi deseo de afincarme en ella. Y, claro, semejante pensamiento lo indujo a cometer un desliz que a mí me puso al borde del disparate.

Años después, aquel buen funcionario quiso enmendar su yerro y optó por darme la oportunidad de poner mis conocimientos al servicio del fútbol local. Mas surgieron los sinvergüenzas que pululaban alrededor de una primera autoridad carente de mando. Y obligaron a que Vivas rompiera las relaciones conmigo. Lo cual me hizo pedir mi cese en el IMD.

Pues bien, aun así, nunca he dejado de pensar que Vivas es el mejor presidente y, desde luego, que volverá a ganar las elecciones. Y de ahí no hay quien me saque. ¿Pasa algo?...
 

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