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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE ENERO DE 2007

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Semana de oración por la unidad de los cristianos:
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37)

Por Antonio Ceballos Atienza*


Mis queridos diocesanos:

Un año más la Semana de oración por la unidad de los cristianos es una llamada apremiante a cada uno de los miembros de la Iglesia.

1. Lema del Octavario


La Comisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales nos convoca a la ya tradicional Semana de oración por la unidad de los cristianos con el lema elegido para este año 2007: “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37). Con este lema se nos hacen dos invitaciones dirigidas a las Iglesias y a los cristianos: por una parte a orar por la unidad de los cristianos y buscar juntos esta unidad, por otra parte a tratar de unir nuestras fuerzas, para ayudar a los sufrimientos humanos. Es necesario romper el silencio, “hablar con una sola voz”, e ir hacia el otro como un solo cuerpo, actuando con compasión y unidad. Las Iglesias divididas no cuentan con la fortaleza necesaria para hacer frente a los sufrimientos que causan la pandemia del Sida y otras fuerzas deshumanizantes.

2. “Romper el silencio”


El tema de la Semana de Oración de este año 2007 tiene su origen en la experiencia de las comunidades cristianas de la región sudafricana de Umlazi, cerca de Durban, en Sudáfrica, que es una región afectada por problemas como el desempleo y la pobreza y, sobre todo, por el Sida, calculándose que un 50% de la población de Umlazi está contaminada por el virus. Para las Iglesias de Umlazi que ejercen su ministerio en esas difíciles circunstancias la “unidad visible de todos los cristianos” es mucho más que una noción teológica. Los responsables locales de las Iglesias de Umlazi han ideado un tiempo de oración ecuménica cuyo tema central es “romper el silencio”, un silencio que oprime y aísla a las personas, sobre todos a los jóvenes, en su sufrimiento, y que conduce en muchas ocasiones hasta la muerte.

3. Objetivo esencial


Considero necesario recordar brevemente lo que el Papa Pablo VI afirmó sobre el objetivo de este octavario por la unidad visible de todos los bautizados. Para alcanzar un verdadero consenso de fe se requiere las necesarias relaciones entre la Sagrada Escritura, suprema autoridad en materia de fe y la Sagrada Tradición, interpretación indispensable de la Palabra de Dios; la Eucaristía, sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo, como memorial sacrificial y presencia real de Cristo y efusión santificadora del Espíritu Santo; el orden como sacramento bajo el triple ministerio del episcopado, presbiterado y diaconado; el magisterio de la Iglesia, confiado al Papa y a los obispos para la enseñanza y salvaguarda de la fe; y la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia que intercede por los discípulos de Cristo y por toda la humanidad.

4. Una esperanza de todos


Este tradicional “Octavario por la unidad de los cristianos”, nos recuerda a todos, que la unión de las Iglesias es un deber y, también, una esperanza común. Pero este camino no se basa en un compromiso ambiguo que oscurezca o diluya la verdad del Evangelio, esperanza y deber para todos.

Desde el punto de vista de la fe católica, el ecumenismo no es una postura relativista, no sólo la de quien niega que la Iglesia de Jesucristo se realiza en la Iglesia católica, sino la de quien afirmándolo no excluye que “fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, empujan hacia la unidad católica” (LG 8). En este sentido el Concilio Vaticano II afirma que las Iglesias y comunidades separadas a pesar de las deficiencias que le son inherentes según nuestra fe, el espíritu de Cristo las ha dignificado para servirse de ellas como medio de salvación (cf. UR 3).

5. Un deber para todos

Si el motivo que inspira el Ecumenismo es la obediencia a la voluntad de Jesucristo y el impulso del Espíritu Santo, este movimiento es un deber de todos.

En este sentido, tanto la oración privada como, sobre todo, la pública tienen una importancia capital. Sin ella, nuestro esfuerzo por la unidad de la Iglesia no contribuiría a la unión, a la reconciliación. En ella, como cristianos, buscamos esa unidad orando unos por otros y por todos los hombres, cooperando en las obras del amor al prójimo y en las iniciativas encaminadas en fomentar la verdad. Así es como todos los católicos, en la esperanza común, debemos vivir el deber de buscar la unión de todas las Iglesias.

6. Oración y colaboración


Este Octavario de oración por la unidad está enmarcado en una doble dirección: por una parte, desea resaltar el vínculo esencial existente entre la oración por la unidad de los cristianos y su búsqueda concreta y, por otra parte, las iniciativas de apoyo a los que están en la indigencia y el sufrimiento. El Espíritu que hace de nosotros hermanos en Cristo nos da, también, la fuerza de ir hacia todo ser humano que está en necesidad. “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37) nos da una admirable sintonía de pensamiento y de propósitos, hechos en común: oración, reforma de vida y celo apostólico.

De esta forma damos respuesta al anhelo de unidad de Cristo, la gran esperanza en cuyo movimiento han de estar inmersos todos sus discípulos. Gran don que el Padre nos ha de conceder del modo y en el tiempo que Él disponga.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

* Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 12 de enero de 2007
 

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