Mis queridos diocesanos:
Un año más la Semana de oración por la unidad de los
cristianos es una llamada apremiante a cada uno de los
miembros de la Iglesia.
1. Lema del Octavario
La Comisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales
nos convoca a la ya tradicional Semana de oración por la
unidad de los cristianos con el lema elegido para este año
2007: “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc
7,37). Con este lema se nos hacen dos invitaciones dirigidas
a las Iglesias y a los cristianos: por una parte a orar por
la unidad de los cristianos y buscar juntos esta unidad, por
otra parte a tratar de unir nuestras fuerzas, para ayudar a
los sufrimientos humanos. Es necesario romper el silencio,
“hablar con una sola voz”, e ir hacia el otro como un solo
cuerpo, actuando con compasión y unidad. Las Iglesias
divididas no cuentan con la fortaleza necesaria para hacer
frente a los sufrimientos que causan la pandemia del Sida y
otras fuerzas deshumanizantes.
2. “Romper el silencio”
El tema de la Semana de Oración de este año 2007 tiene su
origen en la experiencia de las comunidades cristianas de la
región sudafricana de Umlazi, cerca de Durban, en Sudáfrica,
que es una región afectada por problemas como el desempleo y
la pobreza y, sobre todo, por el Sida, calculándose que un
50% de la población de Umlazi está contaminada por el virus.
Para las Iglesias de Umlazi que ejercen su ministerio en
esas difíciles circunstancias la “unidad visible de todos
los cristianos” es mucho más que una noción teológica. Los
responsables locales de las Iglesias de Umlazi han ideado un
tiempo de oración ecuménica cuyo tema central es “romper el
silencio”, un silencio que oprime y aísla a las personas,
sobre todos a los jóvenes, en su sufrimiento, y que conduce
en muchas ocasiones hasta la muerte.
3. Objetivo esencial
Considero necesario recordar brevemente lo que el Papa Pablo
VI afirmó sobre el objetivo de este octavario por la unidad
visible de todos los bautizados. Para alcanzar un verdadero
consenso de fe se requiere las necesarias relaciones entre
la Sagrada Escritura, suprema autoridad en materia de fe y
la Sagrada Tradición, interpretación indispensable de la
Palabra de Dios; la Eucaristía, sacramento del cuerpo y de
la sangre de Cristo, como memorial sacrificial y presencia
real de Cristo y efusión santificadora del Espíritu Santo;
el orden como sacramento bajo el triple ministerio del
episcopado, presbiterado y diaconado; el magisterio de la
Iglesia, confiado al Papa y a los obispos para la enseñanza
y salvaguarda de la fe; y la Virgen María, Madre de Dios y
de la Iglesia que intercede por los discípulos de Cristo y
por toda la humanidad.
4. Una esperanza de todos
Este tradicional “Octavario por la unidad de los
cristianos”, nos recuerda a todos, que la unión de las
Iglesias es un deber y, también, una esperanza común. Pero
este camino no se basa en un compromiso ambiguo que
oscurezca o diluya la verdad del Evangelio, esperanza y
deber para todos.
Desde el punto de vista de la fe católica, el ecumenismo no
es una postura relativista, no sólo la de quien niega que la
Iglesia de Jesucristo se realiza en la Iglesia católica,
sino la de quien afirmándolo no excluye que “fuera de su
estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de
santificación y de verdad que, como dones propios de la
Iglesia de Cristo, empujan hacia la unidad católica” (LG 8).
En este sentido el Concilio Vaticano II afirma que las
Iglesias y comunidades separadas a pesar de las deficiencias
que le son inherentes según nuestra fe, el espíritu de
Cristo las ha dignificado para servirse de ellas como medio
de salvación (cf. UR 3).
5. Un deber para todos
Si el motivo que inspira el Ecumenismo es la obediencia a la
voluntad de Jesucristo y el impulso del Espíritu Santo, este
movimiento es un deber de todos.
En este sentido, tanto la oración privada como, sobre todo,
la pública tienen una importancia capital. Sin ella, nuestro
esfuerzo por la unidad de la Iglesia no contribuiría a la
unión, a la reconciliación. En ella, como cristianos,
buscamos esa unidad orando unos por otros y por todos los
hombres, cooperando en las obras del amor al prójimo y en
las iniciativas encaminadas en fomentar la verdad. Así es
como todos los católicos, en la esperanza común, debemos
vivir el deber de buscar la unión de todas las Iglesias.
6. Oración y colaboración
Este Octavario de oración por la unidad está enmarcado en
una doble dirección: por una parte, desea resaltar el
vínculo esencial existente entre la oración por la unidad de
los cristianos y su búsqueda concreta y, por otra parte, las
iniciativas de apoyo a los que están en la indigencia y el
sufrimiento. El Espíritu que hace de nosotros hermanos en
Cristo nos da, también, la fuerza de ir hacia todo ser
humano que está en necesidad. “Hace oír a los sordos y
hablar a los mudos” (Mc 7,37) nos da una admirable sintonía
de pensamiento y de propósitos, hechos en común: oración,
reforma de vida y celo apostólico.
De esta forma damos respuesta al anhelo de unidad de Cristo,
la gran esperanza en cuyo movimiento han de estar inmersos
todos sus discípulos. Gran don que el Padre nos ha de
conceder del modo y en el tiempo que Él disponga.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
* Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 12 de enero de 2007
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