Lo han anunciado en los
telediarios: las temperaturas van a descender, de forma
inminente, cinco grados. Culpa de una tempestad en Europa
que anda asolando el continente y que nos enviará vientos
polares para que nos quedemos arrecíos. Lo cierto es que,
para esta piel de toro nuestra, nada bueno ha llegado jamás
ni del norte ni del sur, sino del este y del oeste. Y desde
que conocemos a Dariusz, alias Derek, el pedazo de polaco de
Ana Obregón que tiene alborotado el panorama marujil,
parecemos algo más reconciliados con el este. De donde
llegan las temibles bandas kosovares y las bandas rumanas,
pero luego envían a un polacazo cachas y la cosa se compensa
y todos estamos un poco menos amargados regalándonos la
retina con guapuras importadas.
Pero lo que no apetece importar es el frío y menos aún en el
sur, donde nuestros organismos y biorritmos están hechos a
la bonanza, a la calidez, a que, el uno de febrero florezcan
los almendros en los montes y a pasarnos el día en la calle,
porque, cocoon poco y callejear muchísimo. Las diversiones
intimistas, la cena a las seis de la tarde y a las nueve a
la cama, pegan en los climas fríos y criminales, donde las
criaturas sobreviven malamente con escasas horas de luz y se
ponen artríticas a partir de los cincuenta años, por las
inclemencias y el asqueamiento. Así llegan los guiris a la
Costa del Sol oriental o a los pueblos de nuestra serranía,
se impactan estéticamente por el cromatismo del campo
andaluz, les dan las tantas en las terrazas cenando y
bebiendo por cuatro céntimos, se compran las casitas,
repueblan las villas, restauran en lugar de destruir para
especular, conservan el patrimonio artístico y cultural y se
quedan aquí para bien morir. Mejor Andalucía que el Levante,
en el Levante hay más inmigración y más conflictividad y los
guiris quieren tranquilidad y seguridad. Si falla la
seguridad ciudadana y hay miedo, la calidad de vida se va a
tomar directamente por el culo, con perdón del término
coloquial, pese a que este se encuentra ampliamente
enraizado en el imaginario colectivo.
Aquí esperamos con una pizca de inquietud durante estos días
la célebre “bajada” de la temperatura, alborozándonos por
una parte porque llega el frío justo cuando la quema de las
rebajas de invierno y cuando, en los escaparates, comienzan
a alumbrar las propuestas de la moda de primavera y rabiando
como gatos estrábicos por otra ya que habíamos pasado un
otoño y un invierno con mínimas incidencias de gripes y
resfriados, por el buen tiempo y ya nos resistimos a
comenzar con las couldinas y los frenadoles y, en mi caso,
con la jodienda de que, mi tratamiento psiquiátrico, me
impide, por las contraindicaciones, sanar con algo distinto
al paracetamol puro y duro. Que es paliativo, que no
curativo. Aunque los virus malamente se curan, pasan,
fastidian y se largan, eso sí, he frenado un par de catarros
mocosos con un remedio milagroso de venta en botica que se
llama “primera defensa” y es un spray nasal: moqueas, te
enchufas el spray y el resfriado desaparece porque se carga
los virus. Caro pero eficaz, de hecho, yo solo recomiendo lo
que experimento de primera mano para no caer en consejos
publicitarios mentirosos y falsarios. ¿Qué si los del tiempo
habrán mentido con lo del frío que viene, subvencionados por
los comercios para que el gentío se lance a comprar abrigos
y plumones? ¡Ojalá los agoreros sean tan solo unos
trajinosos manipuladores! Pero algo me da que dicen la
verdad y que nos quedan temblaeras y arrebujamientos, vapor
saliendo por la nariz y jornadas invernales de llegar a la
casa estragaítos y soñando con el caldo del puchero. Como
Dios manda.
|