Tampoco es fácil descubrir la
verdad. Por lo menos la que es fecunda. Decir verdades unas
detrás de otra sin que vayan dirigidas a solucionar las
acciones que se derivan de ella, no sirve para nada. Es el
famoso “lenguaje de la comadreja”. Es el lenguaje que se
utiliza cada día más por los profesionales de la política, y
que consiste en dar un discurso en el Congreso, en un
auditorio, en una universidad sin decir nada, sin haberse
comprometido con sus palabras, sin aportar una solución, sin
haber conseguido que sus oyentes piensen si quiera en lo que
ha dicho. Fijaros en las palabras que a lo largo de estos
días, desde el 30 de Diciembre al día de hoy, ha dicho el
presidente del gobierno respecto al pacto con la ETA;
todavía no sabemos si verdaderamente ha roto las
negociaciones con la banda terrorista o sigue pactando con
los criminales. Esto son verdades: “según opinión general,
los grandes Estados caen uno tras otro en la barbarie
extrema. Y una guerra intestina que se desarrolla
implacablemente puede degenerar en cualquier momento en un
conflicto generalizado que convertiría nuestro continente en
un montón de ruinas. Evidentemente, se trata de verdades. No
se puede negar que llueve hacia abajo: numerosos poetas
escriben verdades de este género. Son como el pintor que
cubría de frescos las paredes de un barco que se estaba
hundiendo”. Pero escribir en un medio de comunicación
contando cosas de este tipo no vende un solo periódico, pero
recibe las subvenciones por papel, propaganda y demás euros
de papá ciudad, autonomía o estado. Otros pensarán ¿ para
que tener un diario y escribir en el? Se utiliza para
blanquear dinero; o para ser el aparato de propaganda de una
organización subversiva o revolucionaria; o el periódico
panfletario de un grupo terrorista; o para que el político
en el poder pueda sacar a modo de Boletín Oficial de la
Ciudad lo que el quiera; o quizás sea de la oposición y
estamos en la misma cuerda. Hay periodistas con una gran
cultura, con una carrera que le ha costado sangre conseguir,
con una gran imaginación, con una literatura basta y una
gramática fértil. Pero si no tiene la valentía para decir la
verdad es un fantoche en mano de un patrón acomodaticio, es
un prostituto mas en manos de un chulo barato, es una
desgracia para si mismo y para el pueblo que no le lee. Los
conocimientos se adquieren en los libros y en la práctica si
no falta la necesaria aplicación. Es muy sencillo descubrir
fragmentos de verdad, e incluso verdades enteras, solo hay
que salir a la calle, escuchar, ver, oír, pararse, observar
a ese pueblo que camina a tu lado. Y luego contarlo en tus
escritos en el periódico. Si no somos capaces, lo mas
honesto es dejarlo. Dedícate a capar pulgas coreanas o
michirones.
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