No recuerdo que, en tiempos del
felipismo existieran las movidas municipales que se
acontecen en la actualidad, de hecho no tengo memoria de
alcaldes y concejales encausados, investigados, imputados y
encarcelados. Y si algo se removía en los municipios debía
de tratarse el tema con mucha discreción, sin darle tres
cuartos al pregonero, sin avisar a las televisiones para dar
fe de detenciones y registros domiciliarios o de casas
consistoriales y procurando, en una palabra, salvaguardar el
Principio de Presunción de Inocencia, en plan miajita
constitucionalista. Salvaguardando, en una palabra, la honra
de los imputados hasta que, una sentencia firme, no les
convirtiera en reos de un delito. Como debe de ser. Como
Dios y la Constitución mandan y como la dignidad de
cualquier ciudadano, inocente siempre en principio,
requiere.
Con Aznar (magnífico su discurso magistral en Milan al ser
investido doctor honoris causa, fabuloso su seguimiento de
los principios cristianos en la defensa del matrimonio y de
la familia tradicionales, como lo manda y ordena la Santa
Madre Iglesia), con mi admirado Aznar que está dando más
talla ahora como estadista que cuando gobernaba y al que
muchos pedimos que regrese a la actividad política, sí había
persecución y publicidad escandalosa y chafardera, pero el
tema se circunscribía exclusivamente a Jesús Gil, el orondo
y descansado Alcalde de Marbella ¿Qué si había, como dicen
ahora los fobiadictos, que son más cursis que una morcilla
de salmón ahumado, Gilifobia? Bueno, había de todo, pero Gil
era provocón y le gustaba tocarle las pelotas al lucero del
alba, pero del resto de la movida municipal se trataba poco
y lo poco que se trataba era con el respeto que merecen unos
tipos que están ahí porque han sido elegidos porque les ha
salido de la ingle a la ciudadanía. Y cuando un cargo sale
de las urnas, los únicos capacitados para pedirle cuentas
son los votantes y considero que los únicos capacitados para
largarles son los votantes también, porque, el conculcar la
voluntad del pueblo tratando de conseguir en los Juzgados y
a base de denuncias, lo que no se es capaz de conseguir en
las urnas es muy bajuno. Es asqueroso. Y vomitivo y
repugnante. Y encima cabrea al personal. Lo digo
refiriéndome directamente a la publicitada detención y trae
y lleva del alcalde de Alhaurín el Grande y de su concejal
de urbanismo. No me mueven pasiones, porque ni es mi amigo
ni siento por el ninguna clase de enamoramiento platónico.
Pero todo lo que de él me han contado es bueno, magnífico
gestor, serio y ponderado, brillante orador y que cuenta con
el apoyo de la población y las envidias de la oposición.
Métase en una coctelera, agítese con la denuncia, que en mi
barriada se dice “la denunsia” y de la mezcla sale la
correndija al Juzgado por parte del denunciante. Casi
siempre y Dios perdone mi suspicacia, para tratar de obtener
en los Tribunales lo que no se tienen cojones de conseguir
con sufragios. ¿Qué me estoy apresurando poniendo la mano en
el fuego por el alcalde detenido, encausado y demás? No.
Estoy siendo honrada y coherente con mis pensamientos,
convicciones y pensamientos, creo en la honradez y la
bonhomía de los detenidos, opino que no se puede funcionar
en los municipios con el cartel de “bajo sospecha” pegado
con superglú en la frente y no pongo tan solo la mano en el
fuego por el alhaurino alcalde y su concejal, pongo también
mi escuálido trasero y como no soy masoquista se que saldré
bien librada del trance. Esto no va contra el alhaurino, ni
él llamó a las televisiones. Esto va contra el PP y, si me
equivoco, ese es también mi derecho.
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