El que quiera luchar hoy contra la
mentira y la ignorancia y escribir la verdad tendrá que
vencer por lo menos cinco dificultades. Tendrá que tener el
valor de escribir la verdad aunque se la desfiguren por
doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte
de hacerla manejable como un arma; el discernimiento
indispensable para difundirla.
Para mucha gente es evidente que el escritor debe escribir
la verdad; es decir, no debe rechazarla ni ocultarla, ni
deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe
engañar a los débiles; no debe temer al poder político; no
debe esclavizarse bajo el miedo del enemigo; no debe
arrodillarse ante las amenazas del radicalismo del signo que
sea; no debe esperar del favor ni temer de la arbitrariedad;
no debe tragar con la censura del amo que se corrompe por 30
monedas de plata; no tiembla ante la pobreza; no se rinde
ante el dinero; no tiene precio; no pone la nuca sino que
pelea hasta que lo matan; no hay minutos de silencio porque
su mente siempre esta en acción; escribe para el pueblo;
nunca se baja al pilón de la autoridad; ensalza al humilde;
y a los poderosos corruptos los flagela con su pluma. Pero
es difícil resistirse a los poderosos y muy provechoso
engañar a los débiles. Decir la verdad a los poderosos
equivale a la renuncia, porque el poder siempre te la
guarda, es mezquino, es ruin, es injusto…pero va a Misa.
Renunciar a la gloria de los poderosos significa
frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo
ello se necesita mucho valor. Renunciar al abrazo del
político que te acuchilla cuando quiera, supone perder las
subvenciones mediáticas. Así podrás ser millonario, pero no
pretendas ser escritor. Así podrás nadar en la abundancia
material, pero serás un esclavo azotado por cualquiera. Así
podrás tener diez Mercedes pero vivirás arrastrándote como
una babosa. Así podrás vestir 40 trajes de marca con sus
correspondientes corbatas, pero cuando te desnudas solo
veras reflejado en el espejo las pústulas de tu lepra moral.
Así podrás sentir la sonrisa fácil y cicatera del miserable
de cuello blanco, pero en la precariedad no tendrás ningún
amigo.
Cuando uno se pone delante de una maquina de escribir, en el
frío, en la soledad, en la noche, en la oscuridad, en el
esfuerzo por comunicarse con el pueblo, tiene que ser el que
le abra los ojos, el que le lleve el orgullo al pisoteado,
el honor al vejado, el animo al sumido en la desesperanza;
es preciso armarse de mucho valor para no caer en la
tentación de escribir para agradar, de escribir sin
comprometerse, escribir sin responsabilidad…” que bonito es
un entierro con sus caballitos blancos con sus caballitos
negros, con su cajita de pino y el muerto”…muertos como
todos los cobardes.
|