En primer lugar, decir que me siento autorizado a escribir
de fútbol, no porque me crea más que nadie, sino,
precisamente, porque creo que soy uno de tantos, y supongo
que será interesante repasar valores y conceptos, compartir
recuerdos y descubrir detalles de una experiencia. Incluso,
si hay suerte, quizás estas cosas ayudan a pensar a alguien.
Que nadie espere, por lo tanto, consejos ni recetas que no
tengo. Sólo cuento lo que viví y aprendí. Les confieso que
me costó mucho trabajo hacerlo.
Para mí no es fácil escribir. Así que trataré de eludir
cualquier pretensión literaria y hacerlo lo más sencillo
posible , aunque, eso si, con toda la subjetividad que me de
la gana.
Leo unas declaraciones de Carlos Orúe en las que afirma que
“un equipo de fútbol es un puzzle y tenemos que encajar cada
pieza; si éstas no están sincronizadas el puzzle nunca lo
terminas....”.
Es cierto. Alguien definió el fútbol como un “juego estúpido
para personas inteligentes”, y Orúe lo es. Sabe que no es
suficiente con fichar, que es necesario hacer de once
jugadores (piezas) un equipo capaz de rendir al máximo de
sus posibilidades. Esa es la principal función de un
entrenador.
Lo que ocurre, es que para eso, lo esencial y más difícil,
según mi criterio, es elegir a los jugadores. Si el
entrenador elige bien tiene gran parte del trabajo hecho.
Una vez confeccionada una plantilla de 20 ó 22 jugadores,
hay que saber cuanto antes quiénes son los mejores en cada
puesto.
Si uno acierta hará el mejor equipo posible. Si se equivoca
será el culpable del tiempo que dure la búsqueda, y no poder
encontrarlo su mayor fracaso.
Luego, además de elegir a los mejores, hay que saber definir
a cada uno de ellos. Es decir, saber qué virtudes y qué
defectos tienen para no esperar cosas que no podrán hacer
jamás, y para aprovechar al máximo las características de
cada uno.
Por ejemplo, Alex Santana necesita la pelota al pie,
mientras que a Felix Quero hay que buscarlo en largo.
En este sentido, el jugador canario puede aportar al equipo
unos de los conceptos más importantes en el fútbol: la
pausa.
Una vez leí un artículo del actor Fernando Fernán Gómez, en
el que decía que “el actor debe saber utilizar la pausa”,
para continuar afirmando que “dejarse arrastrar por el
torbellino de las palabras aprendidas es más fácil que abrir
una pausa por breve que sea”
En el fútbol, la pausa se podría definir como la disminución
de la velocidad de la jugada, esperando el momento propicio
para resolver. En este juego, es tan importante pisar el
freno como el acelerador. Jugar siempre a la misma velocidad
le quita sorpresa al juego, y a toda velocidad, además,
precisión.
Tanto colectiva como individualmente, cuando se hace la
pausa se está buscando la jugada que sorprenda, por tanto se
puede decir que la pausa termina cuando la jugada se
presenta. Ese será el momento de volver a acelerar.
Laudrup era uno de esos jugadores que manejaban la pausa con
maestría. Llevaba la pelota mirando a la izquierda, frenaba
un poco la carrera y cuando todo el mundo esperaba el pase a
la izquierda, la tocaba a la derecha para un compañero que
entraba a toda velocidad.
En el Ceuta, el mejor jugador que he visto realizando la
pausa ha sido Krios. Recibía la pelota y daba la impresión
de detener el juego. De pronto un pasecito corto y un
compañero suyo recibía totalmente sólo.
Precisamente, uno de los graves problemas del Ceuta es que,
hasta el momento, ni Víctor Vía ni Diego Ramírez han
aportado al equipo esa pausa, ni individual ni colectiva, y
han terminado siempre “arrastrados por el torbellino de
palabras....”, como dice Fernando Fernán Gómez.
Para finalizar, y volviendo al inicio, quiero hacer una
advertencia: defiendo mis ideas como si estuviera en
posesión de la verdad. No le den importancia, es una manera
de hablar. En el fondo sólo tengo dudas.
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