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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 17 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Rajoy detesta a Zapatero
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Desde que el presiente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, reconoció su error de aquel fatídico día de diciembre y hasta que Gaspar Llamazares apareció en escena, me mantuve atento a la pantalla del televisor. Estuve, pues, varias horas asistiendo a un bochornoso espectáculo en el Congreso de los Diputados. Del cual han salido ganando los etarras y los nacionalistas del PP y CIU. Y, desde luego, conviene destacar que el portavoz de ERC, Agustí Cerdá, disparó a bocajarro contra la derecha española y nos presentó a Mariano Rajoy como un tipo que produce miedo.

Coronó su discurso, el enviado de Carod-Rovira, con un tiro de gracia: “A veces los extremos se tocan, y no quiere decir, ni mucho menos, que ETA y el PP sean iguales. Pero tanto ETA como ustedes comparten aquello de ‘cuanto peor, mejor’. Hoy, señor Rajoy, no era el día indicado para el inicio de la campaña electoral”. No cabe la menor duda de que los independentistas catalanes se la tienen jurada al PP y si pudieran hacían picadillo con sus dirigentes.

Antes, mucho antes de que los partidos nacionalistas intervinieran, Rodríguez Zapatero había subido a la tribuna de oradores hecho un flan y, desde luego, con un objetivo primordial: demostrar que él sí sabe reconocer sus errores. A fin de ganarse la voluntad de un pueblo siempre sensible a que alguien, y mucho más si es un presidente de Gobierno, diga mea culpa. Y, sobre todo, trataba de dar la imagen de un dirigente abrumado por la maldad de los etarras y de un comportamiento hostil del partido de la oposición.

Mientras disertaba el presidente del Gobierno, con verbo pobre y una alarmante discordancia en su decir. Donde el sujeto y el verbo de sus oraciones no armonizaban, ni tampoco los sustantivos encontraban el buen casamiento que han de tener con artículos y adjetivos, uno observaba las imágenes que nos daban del jefe de la oposición y lo veía envalentonado y más despierto que nunca.

Tal vez porque sus permanentes vigilantes, Acebes y Zaplana, se habían preocupado de que su jefe comiera lo recomendable en tales ocasiones: el clásico consomé y la tortilla a la francesa. Puesto que es harto conocido que si Rajoy papea a discreción está perdido. Y en cuanto se puso delante del atril se convirtió en un tipo descarnado, implacable, y dispuesto a golpear a su rival hasta mandarlo a la UCI. Se le notaba a MR, una vez más, el mucho desprecio que siente por la forma de ser de ZP. Se le ha ido atragantando éste de manera que en cuanto lo tiene delante le sirve de incitación para convertirse en un tipo cuya mirada produce miedo. No ese miedo al que hizo alusión el portavoz de ERC, sino el de alguien que no está dispuesto a concederle la menor oportunidad al adversario aunque él también se descalabre en el empeño.

Porque, al margen de la política antiterrorista, a la que se ha agarrado el PP como tabla de salvación para echar a ZP de La Moncloa, lo que Rajoy siente es aversión hacia alguien que considera inferior, intelectualmente, y sin embargo le birló la victoria cuando todo parecía indicar que él ganaría las elecciones. MR, que seguramente habrá leído la importancia de llamarse Ernesto, sabe lo que Oscar Wilde ponía en boca de su personaje: “Detesto las discusiones de cualquier tipo. Siempre resultan vulgares y a menudo convincentes”. De ahí la necesidad de debatir haciendo uso y abuso de la calidad oratoria para defender las ideas.

Zapatero trataba de decirnos que su Gobierno está hoy en una tenaza: los terroristas y los populares. Y que los ataques de uno y otro bando son muy violentos, según el modo de cada cual. Y ha decidido salir de la tenaza sin romperla. Mas ni muestra serenidad ni tampoco sabe explicarse.
 

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