Fin de año movidito y el menda lerenda de for you, a más de
mil kilómetros, ¡ya era hora!, en Asturias patria
querida. ¡Handulá!. Entre el supuesto nacimiento del
profeta Jesús y el mito abrahámico de la
Fiesta del Sacrificio, sobre el norte de Marruecos y
España (Operación Sello II) llovían nuevas
detenciones de presuntos islamistas radicales. ¡Más al
cesto!, que estábamos de compras y luego hay que vender el
producto debidamente embalado para ser consumido por las
masas, crédulas y manipulables.
Tambien la Guardia Civil era torpedeada desde un Juzgado,
con la filtración a Antena 3TV de unas polémicas imágenes de
la frontera de Ceuta en las que se veía como varios agentes
sacaban, por la valla y hacia el otro lado, el cuerpo inerte
de una persona (¿emigrante, porteador, vivo, muerto...?). La
prensa marroquí se hizo eco del asunto, pero aun a
distancia eché en menos las rutinarias manifas o
concentraciones ad hoc. Luego, ya en esta África
doliente, me entero de que el activo y polémico abogado
Hadji, a quien la fiscalía de su país quiere meter en
cintura, se encuentra liadillo. Más aun: el pasado martes
día 10, treinta cualificados colegas venidos de todo
Marruecos se solidarizaban con el susudicho ante los
juzgados de Tetuán, consiguiendo que el juicio contra
Hadji sea suspendido, confío en que sine die. ¡Inchaalá!
Pero volvamos a ese terrorismo islamista del que tan poco
sabemos, no nos engañemos. Porque desde el macroatentado de
las Torres Gemelas estamos sometidos desde
todos los frentes a una formidable ceremonia de la
confusión, de la que muchos investigadores y analistas
independientes empezamos a estar ya hartos, cansinos de la
sarta de mentiras goebbelianas que nos endosan. Hay piezas
que no encajan en el puzzle así que, machete en mano,
vayamos al titular intentando desbrozar la maleza del
camino.
a) Por un lado, el terrorismo de matriz islamista
objetivamente existe y ahí anda, al acecho, buscando el
momento para infiltrarnos, golpearnos y debilitarnos, a la
espera del Armagedón final. Punto pelota. Destacaría
tres epicentros: la creación de los Hermanos Musulmanes en
1928, la guerra de Afganistán contra los ateos
soviéticos (con pasta saudí y coranes al alimón, editados en
Nueva York) y la revolución iraní de 1979, en la que
un fanático Jomeini logra imponer la implacable
dictadura del fascismo verde.
b) Por otra parte, ese mismo entramado terrorista tiene más
agujeros que un queso gruyere y está muy infiltrado, siendo
fácilmente manipulable y utilizable, cual comodín, cuando la
ocasión lo requiera.
Digo esto al hilo de muchos de los operativos
contraterroristas al uso. Recordemos Duna: primero la MAP
marroquí (algo así como la EFE pero con más control aun) se
lanzaba conectando la célula ceutí con el GICM (Grupo
Islámico Combatiente Marroquí) para, al poco,
descolgarse y meter en salsa al espeso grupo de El Mhedi.
Y como telonero de la tragicomedia Al Qaïda claro, siempre
el hólding Al Qaïda.....Aunque para mí y en lo que respecta
a Duna la clave, doble, está en el protegido imám Abselám
Bendaoued. Al tiempo y vamos indo.
Desde Nueva York a Londres pasando por
Casablanca y Madrid, nos encontramos con varios
elementos comunes y recurrentes:
1. Pistas milagrosas y terroristas oportunamente suicidados:
desde el pasaporte intacto de Mohamed Atta en la zona
cero a los presuntamente suicidas de Leganés, pasando
por la mochila de la suerte y el coche fantástico: la
“Cangoo” de marras, tan evidente como la mismísima Vírgen
de Lourdes.
2. Tramas y grupos diferentes (fanáticos religiosos,
mafiosos y delincuentes, confidentes de medio pelo...),
hábilmente manejados por alguna oscura mentalidad
estratégica.
3. Bajada sitemática de guardia o stand down, despreciándose
o suprimiéndose indicios y advertencias, como sin ir más
lejos ocurrió recientemente en Barajas: al contrario
que en los dos últimos años, el gobierno Zapatero no
ordenó al Ejército -según confirmó a posteriori y con
asombro el general Félix Sanz, jefe del Estado Mayor
de la Defensa- proteger de atentados terroristas los
aeropuertos.....
4. Casualidades: maniobras coincidentes (de las Fuerzas
Aéreas en la región de Nueva York, de la OTAN cuando
el de Madrid, ídem en Londres:...) o viajes
coordinados al unísono, como las dos caravanas de la muerte
en la masacre del 11-M: la pirinaica de ETA y la
asturiana del gitanillo y sus adláteres.
El objetivo es evidente: ocultar al autor intelectual y
dificultar la investigación, o dicho con filipescas
palabras: ni hay pruebas ni las habrá. Aun hoy día
(¡Queremos la verdad!, ¿recuerdan?) el 70% de los españoles
afirma no saber todavía lo que ha ocurrido en la masacre del
11-M, un atentado que ahora si que está dejando a España
que ya no la conoce ni la madre que la parió, por parodiar a
un famoso sevillano ex cocinero en La Moncloa.
Es preciso distanciarse un poco y, con la necesaria sangre
fría, ver las cosas con perspectiva: volver a la madre del
cordero, Afganistán, donde combatieron en diferentes
fases desde 1982 unos 36.000 extremistas musulmanes
procedentes de hasta 40 países diferentes, más de 2/3 partes
de ellos organizados desde 1988 en una gigantesca base de
datos logística, Al Qaïda, que perdería su sentido entrando
primero en contradicción, a partir de la década de 90 tras
la caída Unión Soviética, con sus antiguos mentores:
los Estados Unidos con la CIA al frente para,
posteriormente, pasar a un enfrentamiento directo contra
Occidente tras la instalación de bases militares USA en
el sagrado suelo de Arabía Saudí. Quienes más
o menos mantuvieron por un tiempo el control de los perros
asilvestrados fueron Ryad y el servicio de
inteligencia paquistaní, el ISI. Si al lector español
esto le queda algo lejos, que olfatee bajo la alfombra el
modus operandi (mutatis mutandis) de un grupo terrorista
propio: el “guadianero” marxista-leninista Grapo.
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