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OPINIÓN - LUNES, 15 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¡Que salga el polaco!
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Mi admirado amigo Fernando Díaz Plaja que, en su exitoso libro “El español y los siete pecados capitales” me hizo descubrir una idiosincrasia hispana que yo, desde el Rif, desconocía, hablaba de la envidia como uno de los pecados más representativos de nuestra raza. Contaba Díaz Plaja que, cuando presentaba alguna obra que se postulaba como best seller, hacía correr la voz de que padecía un cáncer, para que, los otros escritores, le tuvieran menos tirria. Y es verdad. Las evidencias cantan y el marujerío ibérico y los tertulianos de la casquería del corazón, se hacen lenguas de “El polaco de la Obregón”. ¡Y que pedazo de polaco, señoras!. El pasado sábado, en Dolce Vita de tele 5, las periodistas se ponían las gafas ante un vídeo del macizo haciendo un “estristí” y las mujeres del público se alborotaban ante esos pectorales de tableta de chocolate y ese body casi mitológico, que se veía sano de anabolizantes y de porquerías de engorde de masa muscular. El tío está bueno porque lo está y porque, el buen Dios, le ha premiado con el don de la galanura y de estar de toma pan y moja.

¿Escándalo el que, una cincuentona como Ana Obregón a la que, los tabloides ingleses llamaban cruelmente “Barbie geriátrica”, se haya ligado a un cachas de veintiséis años que está tremendo? De eso nada, es envidia pura y dura. Los periodistas varones envidian el torso tallado por un escultor clásico, las señoras el total de rubiales, ojiazules, sonrisa hollywoodiense y corpachón de Macistes y todo en exclusiva para la peliteñida Obregón. Por eso reprochan al polaco el que se haya ganado el sustento enseñando la minga ¿Y que? De hecho en mi barrio había un muchacho, hijo de una vecina, más flojo que un muelle de guita, al que la madre apuntó a un gimnasio y, como era guapote y jovencito, le captaron para enseñarle un par de coreografías y emplearle de “boy” que es como se dice en el Palo. ¿Qué como se llamaba? Se llamaba y se llama Falele y la madre se quiso meter en un crédito para comprarle un traje de bombero para el streptease, pero era un precio prohibitivo y se tuvieron que conformar con que, una modista, le hiciera una bata de médico que se despegaba con belcro, se pilló un fonendoscopio y se hacía llamar “Doctor Ralph”. La madre era la presidenta del exiguo club de fans del artista del destape y ella y algunas vecinas le seguían en las actuaciones para jalearle y hacerle la clá. ¿Qué si el Doctor Ralph despertaba envidias? Al principio sí, porque siendo boy ganaba buenos cuartos, pero se le fue la olla con las inyecciones esas que vienen de China y son para engordar al ganado y se fue poniendo caricaturesco el pobre muchacho,como el primo de Zumosol, amén de fatal de los nervios y desapareció de la barriada, la madre repite que es una estrella de despedidas de solteras en Barcelona, pero no sé, no sé…

Ni sé como acabará la aventura erótico festiva de Ana con el jovencito. Las envidiosas sueltan hiel “Y tu te crees que si la Ana Obregón, en vez de famosísima y riquísima fuera la que pone los tintes en la peluquería del barrio, se iba el pedazo de polaco a pirrar por sus paticas de jilguero?” Pues no, todos sabemos que no, porque en las parejas desiguales el entorno, los dineros y el glamour son afrodisíacos. El lujo es muy erotizante, sobre todo para los tiesos.

¿Qué estoy en plan rijoso con tanto halago al musculitos polaco?. No, estoy en plan marujil y disfrutando sanamente con el chisme, en plan guasón, que no envidioso .Como medio panorama nacional que está saturado de políticos feos y engolados, que son el antídoto de la lujuria. Y no se extrañen que, en cualquier mitin de cualquiera, el mujerío no se líe a abuchear al grito de “¡Lárgate cascajo y que salga el polaco de la Obregón!”.
 

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