Viajar es un placer y, además, bueno para la salud. La
nuestra y la de nuestro entorno. Males endémicos de la
sociedad en la que vivimos como el racismo o la
intolerancia, en cualquiera de sus grados y vertientes,
desaparecen en aquellas personas acostumbradas a viajar, a
ver otras culturas, a compartir puntos de vista con gente
que parece distinta a nosotros por su color de piel o su
religión.
Hace años, menos de los que los jóvenes puedan pensar, lo
normal era que la gente no conociese más que los pueblos de
su entorno y era raro aquel que conocía ciudades situadas a
200 o 300 kilómetros de distancia. De hecho, irse a ‘hacer
las Américas’ era no sólo una aventura sino, para muchos, un
viaje sólo de ida y es que son miles los emigrantes
españoles que murieron allende los mares sin haber vuelto a
pisar la tierra que les vio nacer.
Afortunadamente, hoy eso es algo que, al menos para los
españoles, forma sólo parte del recuerdo. Gracias a la
evolución de los medios de transporte, al desarrollo de la
red de carreteras y al mercado de la libre competencia que
ha abaratado cuantiosamente los precios, no hay distancias y
quien más quien menos, conoce gran parte de la geografía
nacional e, incluso, del extranjero.
Vivir en Ceuta o en Canarias o en cualquier otra región
extrapeninsular entraña en muchas ocasiones dificultades de
comunicación que se solucionan con importantes descuentos en
medios de transporte como el barco o el avión que para
muchos son un lujo pero que en los citados casos constituyen
una necesidad ya que la única forma de salir de ellos es
mediante el transporte público. Por esta misma razón se
multiplican las conexiones, se abaratan los vuelos y se
fomenta la movilidad de sus habitantes. O al menos así
debería ser pero lo cierto es que en Ceuta conseguir esto es
bastante difícil.
Madrid
Un destino tan frecuente como pueda ser la capital de España
se convierte en un lugar del que resulta complicado regresar
si no tomamos el primer medio de transporte que salga con
destino a Algeciras antes de las once de la mañana ya que,
de lo contrario, lo más probable es que tengamos que
conformarnos con ver la ciudad desde el otro lado del
Estrecho y hacer noche en la vecina localidad gaditana a la
espera de tomar el primer barco de la mañana.
Es evidente que ni la empresa de autobuses ni tampoco la
ferroviaria planean sus horarios en función de los ceutíes,
una cifra insignificante de clientes si se tiene en cuenta
la zona del Campo de Gibraltar, a la que van destinados
principalmente estos servicios. Sin embargo, si deberían ser
las compañías navieras quienes se preocupasen de mantener
adecuadamente comunicados a los caballas teniendo en cuenta
que ellas son el cordón umbilical con la Península y que
ellos constituyen la razón de ser del servicio que prestan.
Así, tomar el autobús que sale a las cuatro de la tarde de
Madrid, en lugar del anterior, que sale a las once y media,
supone llegar a medianoche y, por lo tanto, tener que dormir
en Algeciras. Pasa lo mismo con el tren. Renfe tan sólo
presta dos servicios de conexión con Algeciras uno matutino
y otro vespertino. Si tomamos el Altaria que sale a las
cinco de Madrid perderemos el barco de las diez por media
hora con lo que, nuevamente, deberemos hacer noche en
tierras andaluzas.
Así las cosas, aquellos ceutíes que se sirvan del transporte
público para desplazarse por la Península tan sólo podrán
llegar a coger el último barco si viajan en avión desde
Málaga o Gibraltar, o haciendo más malabarismos con los
vuelos a Jerez o Sevilla y las posteriores conexiones en
autobús. Por no hablar de los clubes ceutíes que participan
en competiciones nacionales, que deben salir fuera de Ceuta
a disputar sus partidos, y que ven cómo cuestiones como ésta
suponen un gran gasto para sus pequeños presupuestos.
Está más que claro que las navieras, como empresas que son,
no están para perder dinero por lo que aumentar el número de
rotaciones para paliar esta situación no les resultaría
precisamente rentable pero lo que si podrían hacer, tal vez,
sería reorganizar los horarios. En la actualidad, son dos
los buques que salen con destino a la Ciudad Autónoma a las
diez de la noche, cerrando así el horario de rotaciones de
cada día. Por el contrario, quienes quieran salir de Ceuta
pasadas las diez de la noche, que no serán tantos, tienen no
una sino tres posibilidades de elegir una compañía naviera y
dos horarios distintos para hacerlo: las diez y media y las
once y media de la noche. ¿Realmente sería tan difícil hacer
que un barco saliese de Algeciras a las once y media de la
noche? Al fin y al cabo, lo que se trata es de dar el mejor
servicio posible a los ciudadanos y con esta mínima
variación seguro que muchos viajarían más sabiendo que
podrían ahorrarse el dormir en Algeciras o en cualquier otro
lugar ante la imposibilidad de dormir en su casa tras varias
horas de viaje.
Mientras las navieras y las autoridades competentes toman
nota, o no, habrá que seguir planeando minuciosamente las
salidas de la ciudad porque, de lo contrario, al más mínimo
descuido, tendremos que dormir viendo la silueta de Ceuta
muy de cerca pero, a la vez, de lejos.
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