Mis queridos hermanos y hermanas inmigrantes de la Diócesis
de Cádiz y de Ceuta:
En esta 93 Jornada Mundial de las Migraciones que celebra la
Iglesia Católica el próximo domingo 14 de Enero, he querido
dirigirme a cada uno de vosotros y de vuestras familias para
saludaros muy cordialmente y desearos la paz y el bien. Es
mi deseo que en esta Iglesia de Cádiz y Ceuta tú y tu
familia sintáis a este Dios cercano, el amor de Dios en toda
su ternura y cariño.
En estas fiestas navideñas tan entrañables he pensado de
manera especial en vosotros y en vuestras familias y en la
situación que cada uno pueda estar viviendo. Muchos tenéis
la familia en el país de origen y habréis estado con los
amigos de aquí y unidos a todos los vuestros desde la
distancia. Los que habéis podido reagrupar a vuestra
familia, habréis tenido la dicha de celebrar juntos estas
fiestas. He recordado muy especialmente a aquellos que os
hayáis podido encontrar solos, experimentando el dolor de la
separación de los vuestros y de estar lejos de vuestra
tierra.
A todos quisiera comunicaros un mensaje de paz y de
esperanza. La esperanza que nos llega con la Luz que ha
brillado en Belén para todos los hombres de buena voluntad y
que va a iluminar el camino de todos los inmigrantes y de
sus familias. En estos días navideños quiero enviaros mis
mejores deseos, mi afecto personal a cada uno de vosotros, a
vuestros familiares, y permitidme que os pida que le deis a
cada uno de vuestros niños un beso cariñoso de mi parte.
La Sagrada Familia de Nazaret
Con motivo de esta Jornada Mundial de las Migraciones, el
Papa Benedicto XVI, desde Roma donde está la Iglesia madre,
nos invita a todos a reflexionar sobre la situación de la
familia migrante, con la mirada puesta en la Santa Familia
de Nazaret, icono de todas las familias.
El domingo 31 de Diciembre celebramos la festividad de la
Sagrada Familia y contemplamos desde la oración a Jesús, a
María y a José. El evangelista Mateo narra que, poco tiempo
después del nacimiento de Jesús, José se vio obligado a
salir de noche hacia Egipto llevando consigo al niño y a su
madre, para huir de la persecución del Rey Herodes.
Comentando esta página evangélica, el Papa Pío XII señaló
que la familia de Nazaret en exilio, Jesús, María y José,
emigrantes en Egipto y allí refugiados para sustraerse a la
ira de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo
de los emigrantes y peregrinos de cada época y País, de
todos los prófugos de cualquier condición que, acuciados por
las persecuciones o por la necesidad, se ven obligados a
abandonar la patria, la amada familia y los amigos
entrañables para dirigirse a tierras extranjeras.
En su Mensaje de este año 2007, el Papa Benedicto XVI nos
dice que en el drama de la Familia de Nazaret, obligada a
refugiarse en Egipto, percibimos las dificultades de cada
familia migrante, las penurias, las humillaciones, la
estrechez y la fragilidad. La Familia de Nazaret refleja la
imagen de Dios custodiada en el corazón de cada familia
humana, si bien desfigurada y debilitada por la emigración.
La Sagrada Familia de Nazaret, icono de todas las familias,
con la que se pueden identificar los migrantes y los
refugiados de todos los tiempos y recibir esperanza y valor
en los momentos difíciles es un modelo de vida familiar a
seguir para todos los creyentes.
En esta Jornada Mundial, la Iglesia quiere transmitiros un
mensaje de esperanza. El Dios de la bondad y de la
misericordia está con vosotros y es vuestro guía y compañero
de viaje. Y la Iglesia, la comunidad de los cristianos, se
quiere sentir comprometida con la vida y el destino de cada
uno de vosotros los inmigrantes y de vuestras familias, a
las que considera lugar y recurso de la cultura de la vida y
principio de integración de valores.
Todos somos una sola Familia
Sabéis que en nuestra Iglesia diocesana de Cádiz y de Ceuta
convivimos ciudadanos que estáis recién llegados,
procedentes de muy diferentes países, y los que ya estábamos
aquí y somos ciudadanos autóctonos del lugar. Unos vinisteis
desde la otra orilla, de los vecinos países africanos; otros
llegasteis desde los países hermanos latino-americanos y
otros desde los países asiáticos o de los distintos países
europeos.
Todos, unos y otros, formamos una sola Familia, el gran
pueblo de Dios. Como decían los Obispos españoles en el
documento La Pastoral de las Migraciones en España: las
migraciones pueden considerarse como una oportunidad
providencial para vivir la experiencia del único pueblo de
Dios formado por los pueblos dispersos de la tierra.
Todos iguales en dignidad. Unos y otros somos vecinos del
mismo barrio y formamos un solo barrio. Unos y otros
pertenecemos al mismo pueblo o a la misma ciudad y somos
ciudadanos iguales en derechos y deberes. Unos y otros nos
podemos encontrar en la Comunidad Parroquial y formamos una
única familia, una comunidad de hermanos, la gran familia de
los hijos de Dios.
Y desde esta gran familia queremos estar atentos y ser
acogedores de esa realidad religiosa diversa y compleja que
portan los inmigrantes llegados de tan diversos lugares y
abrir nuestro corazón al encuentro y al diálogo cordial de
todos los que por distintos caminos buscan al mismo Dios.
En esta gran familia todos estamos llamados a esforzarnos en
el diálogo amistoso, en el encuentro cordial, en la mutua
comprensión, en la ayuda solidaria, en la acogida fraterna.
Desde estas actitudes de simpatía, de mutuo entendimiento y
enriquecimiento, desde la participación y el compromiso de
todos, será posible construir un barrio más humano y una
ciudad más hermosa y habitable.
Que no os desanimen las dificultades
Conozco las dificultades y obstáculos que podéis estar
pasando o que habéis tenido que superar: la separación de
los vuestros, la soledad, el aprendizaje de un nuevo idioma,
la adaptación a un nuevo ambiente y a una nueva realidad,
las condiciones precarias de los trabajos, el problema de la
vivienda, la escasez de medios materiales, una cultura y
unos valores diferentes, el lento proceso de la integración.
Todo un extraordinario e inmenso esfuerzo para conseguir un
futuro y unas condiciones de vida más justas y más dignas
para vosotros y para vuestras familias. Es también el
esfuerzo que hacen tantos miles de trabajadores en el mundo
para sacar adelante a sus familias y conseguir mejores
condiciones de vida, de dignidad y de justicia.
No te desanimes cuando te encuentres en medio de las
dificultades, especialmente si en alguna ocasión no te has
sentido comprendido o te has sentido rechazado. Te animo a
seguir adelante y a no desfallecer. ¡No estás solo en este
peregrinar por la tierra! Eres miembro de la familia de
Dios.
Hay algo más. Esta sociedad necesita de todos vosotros, por
eso estáis aquí.
Y hemos de agradeceros que seáis una riqueza para este país,
para esta sociedad y para esta Iglesia, que muchas veces no
sabemos apreciar. No sólo por la aportación que hacéis como
cualquier otro trabajador al bienestar de todos, sino
también por vuestro patrimonio cultural y espiritual. Unos y
otros, todos nos enriquecemos mutuamente por este
intercambio de dones y bienes del que somos portadores los
seres humanos.
La gran tarea de la familia en las migraciones
Sabéis que las migraciones suelen generar experiencias de
dolor y de sufrimiento en los grupos familiares: las parejas
se ven forzadas a separarse; los hijos sufren de manera más
especial este éxodo que realiza el padre o la madre o ambos;
en ocasiones, los abuelos se ven en la necesidad de cuidar
de los nietos y de hacer de padres; a veces, la distancia y
la soledad pone a pruebas los compromisos contraídos con la
familia que se quedó en el país de origen.
Por eso, la familia puede y debe de ser el gran soporte y la
escuela donde cada uno de los miembros que viven la dura
experiencia de la emigración se sostenga, crezca y avance de
manera armónica e integral.
La aspiración de la inmensa mayoría de los trabajadores
inmigrantes es poder vivir en familia y es un horizonte que
debe garantizarse y facilitarse desde los poderes públicos
en la medida que las migraciones se convierten en
permanentes y estables.
¡Cuidad de vuestra familia como el mejor tesoro que tenéis!
Es el espacio privilegiado para que cada uno se sienta amado
y acogido y pueda curar las heridas y las tensiones que
genera el proceso migratorio.
La familia puede ser una gran escuela donde se aprende el
arte de vivir y de amar, donde se descubren los valores de
la vida, donde cada uno es apreciado en su dignidad, donde
los padres se afanan por transmitir a los hijos la fe, las
raíces y las identidades de las que son portadores todos los
pueblos y donde los hijos, siempre más abiertos a los nuevos
valores y costumbres, han de aprender y también ayudar en la
comprensión y asimilación de la nueva cultura, valorando
siempre más aquello que es auténtico frente a lo que pueda
ser superficial y pasajero.
Procurad el clima de diálogo y de respeto, de mutua escucha
y de encuentro para que cada uno pueda crecer en armonía.
Que la educación para la paz sea un valor sagrado en cada
familia.
La familia os tiene que ayudar a mantener una actitud de
simpatía y de participación en la nueva sociedad de acogida
y también a exigir y a demandar todos los derechos que os
pertenecen. Ha de ser una escuela donde se aprenden las
responsabilidades y las obligaciones, los derechos y los
deberes. ¡Qué gran tarea puede realizar una familia en los
procesos de integración de los inmigrantes!
La familia inmigrante también es testigo de la experiencia
de Dios y escuela para cuidar y crecer en la fe y en los
valores espirituales. María y José supieron acoger en medio
de su vida a Jesús, el Mesías, el Liberador esperado durante
tanto tiempo. Yo deseo que también vuestras familias sean un
espacio abierto y acogedor para recibir la salvación que nos
llega desde el amor y la misericordia de Dios y que podáis
ser testigos de la bondad de Dios en medio de todos
nosotros.
La Parroquia, lugar para acoger y acompañar a la familia
inmigrante
Desearía que en todas las Parroquias de esta Iglesia de
Cádiz y de Ceuta los inmigrantes y sus familias se pudieran
encontrar como en su propia casa, en la gran familia de los
hijos de Dios, como nos señala el apóstol San Pablo: ya no
sois extranjeros, sino familia de Dios.
Los inmigrantes católicos tenéis que sentiros desde el
primer momento en la Iglesia del país de acogida, en sus
instituciones y organizaciones, como en vuestra propia casa,
como en vuestra familia, con los mismos derechos y
obligaciones que los católicos autóctonos y sus familias.
El papa Juan Pablo II decía que las familias de migrantes
deben tener la posibilidad de encontrar siempre en la
Iglesia su patria y que en la Iglesia nadie debe sentirse
extranjero.
En mi Carta Pastoral del año pasado decía que la comunidad
parroquial puede y debe de ser un referente de luz y de paz
en el azaroso camino de la vida de los inmigrantes y puede
ofrecerles y proporcionarles un tiempo para la escucha de la
Palabra, para la oración, el silencio y el encuentro
gratuito con Dios, para la celebración fraterna y
comunitaria donde se encuentran y se unen la experiencia de
Dios y la de la vida.
Desearía que las parroquias abrieran sus puertas de par en
par y que los inmigrantes católicos pudieran participar como
unos más en las distintas estructuras organizativas y en las
tareas y misiones como protagonistas activos. En este año
pastoral en el que nuestra Iglesia llama a las familias
cristianas a ser misioneras e impulsoras de la fe cristiana,
la familia inmigrante también ha de participar de manera
activa en este compromiso misionero.
Todo lo dicho en relación a los inmigrantes católicos es
aplicable, con los obligados matices, a las actitudes y
comportamientos de las comunidades, instituciones,
organizaciones y servicios de la Iglesia Católica con las
familias cristianas de la tradición ortodoxa, protestante o
anglicana. Somos hermanos en la fe y ello ha de
transparentarse en nuestros comportamientos fraternos.
También los demás inmigrantes no cristianos - creyentes de
otras religiones o no creyentes - y sus familias son
destinatarios de la misión evangelizadora y de los servicios
de la Iglesia y de los cristianos. Todos han de ser objeto
de la preocupación de la Iglesia y de sus desvelos de madre.
Todos podéis encontrar acogida, acompañamiento, orientación
y asesoramiento en la defensa de vuestros derechos y
colaboración generosa en los servicios gratuitos que ofrece
el Secretariado diocesano de Migraciones a través de la Red
de Atención y Acogida al Inmigrante puesta en marcha en toda
la Diócesis de Cádiz y de Ceuta y en las demás instituciones
y organismos de la Iglesia.
Celebración religiosa de la Jornada Mundial de la
Migraciones
Para celebrar el gran misterio del amor de Dios que acompaña
a todos los inmigrantes y a sus familias, os invito a la
Santa Misa que, con motivo de la Jornada Mundial de las
Migraciones, celebraremos el Domingo, 14 de Enero, a las 12
de la mañana, en la Parroquia de San Juan Bautista de
Chiclana.
Que la Sagrada Familia os acompañe ahora y siempre.
Reza por vosotros y por vuestras familias, os quiere y os
bendice,
Obispo de Cádiz y Ceuta
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