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OPINIÓN - SÁBADO, 13 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El deseo del editor
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La semana comenzó sometida al interés despertado por la presencia de Juan Vivas en la Tercera Conferencia de Presidentes Autonómicos en el Senado. A quien me fue imposible ver durante su intervención, si acaso fue televisada. Eso sí, me he empapado de todo lo acaecido en Madrid, gracias a la excelente información recibida por Juan Antonio Gallego: periodista que, según tengo entendido, estará pronto entre nosotros para reforzar este medio. En ese afán del editor por conseguir que El Pueblo de Ceuta se distinga por estar bien escrito.

Es una idea de la cual me congratulo. Una propuesta crucial y que nos obliga a todos cuanto hacemos posible que este medio salga a la calle, a ser más escrupulosos con nuestro trabajo. De manera que hoy viene que ni pintiparada, como respuesta a tan feliz decisión, las palabras dichas por Gabriel García Márquez respecto al periodismo:

“Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incompresible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.

En realidad, resumir tales palabras del maestro, que fue periodista antes que escritor grandioso, resulta de una sencillez pasmosa: con escribir ilusión no hace falta decir nada más. Ilusión a raudales, cada día, por acometer un trabajo que exige esfuerzos y sacrificios que, seguramente, no encuentran en muchos casos la compensación económica adecuada a los deseos de quienes un día decidieron ser periodistas.

Mas esa situación, en todo momento digna de ser tenida en cuenta, debe ser superada por un motivo fundamental: deseos de aprender lo que la Universidad no es capaz de enseñar: el oficio. Y para tal menester es indispensable no sólo estar muchas horas en la redacción y ofrecerse a tocar todos los géneros periodísticos, incluso haciendo uso y abuso del atrevimiento, sino que también es imprescindible buscarse el tiempo necesario para leer. Leer hasta la saciedad. Hasta quemarse las pestañas en el fuego que emana de la prosa de los mejores.

Es la única forma de no estar toda la vida desempeñando la misma función; es decir, elaborando una información carente de ese arte que, por más que la noticia tenga sus reglas inviolables, cuando está bien dispuesta admite que el informador se luzca. Quienes trabajan la información, además, han de aspirar en todo momento a destacar en la crónica, en el reportaje, en la entrevista y, desde luego, en la opinión.

De no ser así, a mí, que no soy licenciado en este menester y que detesto considerarme periodista, aunque podría por escribir en periódicos, me hubiera costado lo indecible haberme dedicado a ello desde hace ya más de tres lustros.

Vaya por delante mi respeto por todos los que pasan muchas horas en redacciones y soportando las inconveniencias de muchos habitáculos carentes de condiciones. Lo cual he sufrido yo durante muchísimos años. Mas nunca me arredré ante circunstancias tan negativas y desoladoras. (Perdón por hablar de mí). Mas bien me crecía en el castigo y andaba siempre dispuesto a soñar con que mi trabajo tuviera repercusión al día siguiente.

Recuerdo que en otros periódicos me pasaba los días, los meses y los años trabajando horas y horas ensimismado en ganarle la partida a todos los compañeros. Deseoso de escribir de cuanto estuviera olvidado en el baúl de los recuerdos. De mis paseos por la ciudad; de la vida interior del Ayuntamiento; de los plenos... Y, desde luego, a las entrevistas trataba de darle un toque distinto. Ojalá que el deseo del editor encuentre la justa respuesta cuanto antes.
 

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