Ceuta ha experimentado una auténtica revolución demográfica
en los últimos veinticinco años que nos coloca ya muy cerca
del punto de inflexión en el que la comunidad caballa
musulmana superará en número al resto de ceutíes, donde
debemos incluir no sólo a los cristianos sino al resto de
confesiones y sensibilidades hacia el fenómeno religioso.
Ceuta, como Ciudad europea, es un testigo y modelo de
excepción en el debate que desde hace ya algunos años se
está suscitando en todo el continente sobre la convivencia
entre el patrón de sociedad europea contemporánea y el
musulmán. En este complejísimo reto al que nos enfrentamos
unos y otros, Ceuta tiene mucho que decir. ¿Qué mejor
laboratorio de los éxitos y fracasos de la relación entre
las dos realidades puede haber que una Ciudad que lleva gran
ventaja histórica a un continente que ahora comienza a
buscar respuestas?
En Ceuta gozamos de grandes virtudes pero también adolecemos
de muchas zonas oscuras en este camino de hacer una sociedad
plural e igualitaria. Orgullo como caballas hemos de sentir
por constatar que compartimos un espacio común sin la
irrupción de una violencia que aflora en muchas otras partes
del mundo donde ambas sensibilidades no han encontrado el
equilibrio pacífico del que gozamos en Ceuta. Sin embargo,
la fragilidad de este equilibrio es tan notoria, como
desesperanzadores son todos los indicativos estadísticos que
apuntan al sector musulmán como el más vulnerable a lacras
como el paro o el fracaso escolar.
Ceuta sólo será la gran perla del Mediterráneo si asumimos
que la Educación y el acceso al mercado laboral son
esenciales para lograr la fórmula clave cuando hablamos de
convivencia: “sentimiento de pertenencia”. Es la sociedad en
su conjunto la que debe asumir la responsabilidad de
construir “identidad”. Cuando logramos que una persona no
abandone los estudios, cuando logramos que acceda a un
trabajo digno, cuando logramos que pueda pagar la hipoteca
de un piso donde criar a sus hijos estamos construyendo
identidad ceutí y pertenencia constructiva. Este es un
trabajo de las Administraciones pero no sólo de ellas. Los
ceutíes debemos reforzar una fe algo deteriorada en que nos
puede esperar un futuro mucho más constructivo entre
sensibilidades dispares.
La identidad ceutí no será posible mientras sólo 10 de cada
1000 ceutíes musulmanes lleguen a la Universidad ni mientras
existan guetos de infraviviendas donde las paredes traslucen
miseria. Mientras no se avance radicalmente en estas
materias seguiremos siendo mudos testigos de la
proliferación de mensajes radicales de quienes aprovechan la
marginalidad para hacer llegar el odio. Mientras no exista
una voluntad inequívoca, seguirá habiendo para muchos,
“gauris y candados”, no caballas sin más.
El reto no sólo es apasionante sino que, a mi juicio, es el
más crucial de a cuantos nos enfrentamos. Yo, desde mi
profunda laicidad, sueño con que mi tierra sea algún día un
verdadero modelo a exportar en este mundo cada vez más loco
y donde la palabra racismo (tan de moda estas semanas entre
ciertos políticos) sea tan sólo una mala pesadilla.
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