Una indisposición me ha privado de
estar en Madrid para asistir a la III reunión en el Senado
de presidentes autonómicos con José Luis Rodríguez
Zapatero. El frustrado viaje me permite pasar la tarde
releyendo Los Mitos de la Historia de España
(Fernando García de Cortázar. Planeta). Y me encuentro,
nuevamente, con que nunca se ha dejado de hablar y escribir,
sobre la decadencia de España.
“Dicen que para amar una ciudad basta con amar a uno de sus
habitantes, pero hay quien desconfía de la frase, pues
siente pasión por ciudades en las que no conoce a nadie y
detesta a otras en las que no recuerda haber hecho otra cosa
que amar. Por eso nunca olvida aquella otra frase que
alguien dejó escrita en el viento como un homenaje a la
imaginación: para amar a una ciudad basta haberla soñado en
la palabra de uno de sus cronistas. Lo mismo se puede decir
de las naciones, lo mismo se puede decir de España”.
En los tiempos que corren, por más que el pesimismo hispano
y el masoquismo intelectual de los escritores del
noventaiocho, hayan descendido, es verdad que no pocos
españoles creen vivir todavía en una nación enferma... Ay,
los cronistas.
En lo tocante a Ceuta, en cuanto abro este periódico me
encuentro con que Mustafa Mizzian dice que suspende
rotundamente la gestión del Gobierno de Juan Vivas. Y
a partir de ahí todo son críticas acerbas para la labor de
un presidente que lleva en el cargo casi seis años y algunas
cosas buenas habrá que reconocerle.
El pesimismo de Mustafa Mizzian es sólo entendible si uno
recuerda que tiempos pasados fueron mejores para él. No me
cabe la menor duda de que siente nostalgia de cuando su
partido, el PDSC, era pujante y contaba entre sus filas a un
Mohamed Chaib que hacía malabares como
consejero de Bienestar Social.
El Chaib de Bienestar Social conocía al dedillo la labor que
le correspondía hacer y procuraba por todos los medios no
defraudar a nadie: ni a cristianos ni a musulmanes. Y llegó
un momento en el cual la gente se deshacía en elogios hacia
su persona. Lo cual proporcionaba votos y, por tanto, poder,
al PDSC.
De ese pasaje debe acordarse muchísimo Mustafa Mizzian. Pues
tampoco es que haya transcurrido la tira de tiempo. Aunque
sí es verdad, pues es justo decirlo, que el acoso y derribo
a que fue sometido el PDSC tenía un objetivo: acabar con su
más que posible escalada en las urnas. De todos modos, sus
dirigentes cayeron en la trampa preparada por los gilistas y
se metieron en un lío que pagaron con creces.
Mohamed Alí tampoco ve clara la situación en Ceuta.
No hay en él nunca una palabra de elogio para el Gobierno de
la Ciudad. Y denuncia cómo el PP ha sido incapaz de depurar
las responsabilidades disciplinarias en que hubieran podido
incurrir Íñiguez y Sánchez Paris. Y tal vez no
le falte razón al líder de la UDCE. Pero tampoco es menos
cierto que lo denunciado no es para rasgarse las vestiduras
y proclamar que el “PP carece de calidad democrática”.
También está Alí embargado por el pesimismo.
Lo que sí obliga a meditar es lo que piensa de Ceuta el ya
famoso presidente de la Federación Española de Entidades
Religiosas Islámicas, el cordobés Mansur Escudero.
No es que descubra nada nuevo, pero lo airea en Internet con
gran regocijo: “Dado que Gibraltar nunca será español,
porque entonces España perdería Ceuta, Melilla y los islotes
y peñones, en vista de que estadounidenses e ingleses no le
permitirían poseer las dos orillas, lo más seguro es que
cuando pasen 15 o 20 años, la mayoría musulmana se haga con
el poder y ya al Gobierno central no le interesen las
ciudades africanas”. Es leerlo y venírseme a la mente la
necesidad del arraigo cristiano en esta ciudad.
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