Ante el Día del Emigrante y del Refugiado, que la iglesia
celebrará el próximo domingo, se han conocido algunas cartas
en las que los obispos del sur de España ofrecen su
particular visión del fenómeno de las migraciones. El obispo
de Cádiz y Ceuta, Antonio Ceballos Atienza, afirma que “las
migraciones pueden considerarse como una oportunidad
providencial para vivir la experiencia del único pueblo de
Dios formado por los pueblos dispersos de la Tierra”, como
decían los obispos españoles en el documento ‘La Pastoral de
las Migraciones en España’.
Respecto al lema propuesto por Benedicto XI para esta
jornada, ‘La familia migrante’, Ceballos comenta que “las
migraciones suelen generar experiencias de dolor y de
sufrimiento en lo grupos familiares: las parejas se ven
forzadas a separarse; los hijos sufren de manera más
especial este éxodo que realiza el padre o la madre, o
ambos; en ocasiones, los abuelos se ven en la necesidad de
cuidar de los nietos y de hacer de padres; a veces, la
distancia y la soledad pone a pruebas los compromisos
contraídos con la familia que se quedó en el país de
origen.”
El obispo de Cádiz y Ceuta cree además que “la aspiración de
la inmensa mayoría de los trabajadores inmigrantes es poder
vivir en familia y es un horizonte que debe garantizarse y
facilitarse desde los poderes públicos en medida que las
migraciones se convierten en permanentes y estables.”
“La familia os puede ayudar a mantener una actitud de
simpatía y de participación en la nueva sociedad de acogida
y también a exigir y demandar todos los derechos que os
pertenecen. Ha de ser una escuela donde se aprenden las
responsabilidades y obligaciones, los derechos y deberes.
¡Qué gran tarea puede realizar una familia en los procesos
de integración de los inmigrantes!, añade.
Las palabras de Ceballos se asimilan a las de Bernardo
Álvarez, obispo de Tenerife, quien considera un error hablar
del “problema” de la inmigración no ayuda en nada a una
correcta integración social de un fenómeno que corre el
riesgo de ser visto sólo desde la perspectiva negativa,
porque se ignoran las oportunidades que trae consigo y se
pone el acento en las dificultades que suscita.”
Asimismo, Álvarez afirma que “según la concepción cristiana
de la vida, las migraciones no significan ninguna amenaza y
mucho menos se las puede considerar peyorativamente como “un
problema”. Por el contrario, “para la iglesia católica, en
la cual nadie es extranjero (pues a ella pertenece gente de
todos los países, razas y culturas del mundo), las
migraciones, al acercar entre sí lo múltiples elementos que
componen la familia humana, tienden, en efecto, a la
construcción de un cuerpo social siempre más amplio y
variado.”
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