Ayer, a falta de novedades fue
noticia la irrupción, en la portada de “Interviú”, de la
española apresada en Cancún, cuya triste vivencia nos
conmovió a todos. Y nos hizo recelar de las escapadas a
paraísos caribeños, que suelen estar en países con muy pocas
garantías legales. La peluquera y ex presa por un turbio y
estrafalario asunto de munición, en su maleta de novia
recién maridada y de vuelta de la luna de miel, La gallega
delgada y desencajada que aparecía ojerosa y pálida en la
foto de la ficha policial, se muestra ahora tetona y
exuberante, demasiado foto shop tal vez. Porque, al natural,
la peluquera se veía delgadita y casi esmirriada cuando en
“Interviú” aparece oronda, picarona, regalona y disfrutona,
sin duda por los duendes del ordenador, proclives a agradar
el ojo de los lectores que gusten de carnes más bien
abundantes y eroticonas. A mí, la iniciativa de la
galleguiña me parece excelente, aunque los de la moralina ya
han comenzado a criticarla, porque les complacía en el lugar
de víctima de la injusticia y mártir de las corruptelas de
países bananeros, pero no en el de retocada maciza, glosando
el destape para refocile de sibaritas y de pajilleros. La
chica es taxativa “A ver quien va a pagar mi hipoteca”.
Razón tiene la mártir de Cancún, razón de sacudirse el
cilicio de víctima y elegir los buenos dineros que le habrá
pagado la revista, para que relate su tragedia particular en
cárceles mexicanas, pero atemperando la zozobra del lector
con un despliegue de tetamen y pantorras que harán suspirar
a más de uno a la voz de “Gallega, maciza, tu muslamen me
electriza”. Supervivencia e inteligencia en la España de los
mileuristas, donde las criaturas se embarcan en hipotecas a
cincuenta años, para amortizar unos rácanos metros cuadrados
y engrosar las billeteras de los hijoputas de los
especuladores. Eso sí. Todos tenemos derecho a una vivienda
digna, siempre que poseamos los medios para encarar los
intereses astronómicos de los usureros bancarios. ¡Banca
Nacional ya!
Llamemos a Evo Morales con su sueter de rayas y que nos
comience a nacionalizar y el pastel no se lo coman los
banqueros sino los ciudadanos. ¿Qué si Evo estaría de
acuerdo con que la galleguiña transparente mondongos a
cambio de machacantes para disfrute de los viejos verdes y
de los amantes del destape? Por supuesto que sí. Cualquiera
que no pontifique vendiendo moralina pringosa y lata y
sienta con los latires y sentires de la abnegada clase
media, estará encantado de que, la muchacha, haya cambiado
ojeras y lágrimas por muestreo de carnes prietas, cobrando
por las molestias. ¿Qué es una sinvergüenza? No.
Sinvergüenzas los bancos y los intereses de las hipotecas
que tienen empobrecida a España, sinvergüenzas los
especuladores y quienes les permiten buitrearnos
impunemente. La galleguiña es una buscavidas que, de la
portada tetona querrá capitalizar el descoque, a ser
posible, paseándose por los platós para contar su historia y
levantarse unos euros que les vendrán a ella y a su marido
de reputa madre de bien.
Derecho tienen después del calvario que pasaron y encima
seguro que aún siguen pagando a plazos el viaje de mierda a
Cancún. Pero nadie va a acudir a casa de la peluquera a
pagarle por ser víctima, sino que tiene que salir a buscarse
las habichuelas, enseñando la ingle, sí, pero para eso es
suya y nosotros decimos que “Lo que se comen los gusanos,
que lo vean los cristianos” ¿Qué si yo, que tengo menos
tetas que una hormiga, me atrevería a exhibirme para pagarle
el Máster a mi gandul mayor?. Estudiaré las ofertas con
minuciosidad. Galleguiña: Chapeau.
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