Es verdad, no hay duda al
respecto, de que hay que tener memoria histórica, para
comprender ciertas situaciones que se está produciendo en
este fermoso país que, de momento, sigue llamándose España.
Pero esa memoria no se debe escribir a gusto del consumidor,
volcándola hacia la parte interesada de la mencionada
memoria, sino tratándola con toda objetividad y siendo
estudiada desde todos los puntos sin partidismo alguno
porque al tratarla, con partidismos, la propia memoria
termina por devorarnos en nuestras propias mentiras.
España, en estos momentos, atraviesa ciertas dificultades
que, al parecer, no tienen visos de ser solucionadas por
muchos intentos que se hagan de culpar a los contrarios de
algo en lo que son inocentes y que, por supuesto, para nada
han intervenido. Culpar al Partido Popular, que también ha
cometido sus errores, de la actual situación con la banda
terrorista ETA, no es más que una manera de echar balones
fueras tratando de ganar tiempo.
No fueron los populares quienes rompieron el pacto
Antiterrorista, que tan buenos resultados les estaban dando
a los gobiernos que lo habían firmado, tanto a socialistas
como a populares. Un pacto que llevó a la ETA a estar entre
las cuerdas y presta a tirar la toalla desde su rincón.
Valga el símil boxístico para explicar la situación.
Y metidos en el noble arte de las doce cuerdas, tratemos con
él de explicar la actual situación. Todos los que se dedican
al mundo del boxeo saben que, jamás, se le puede dar un
"segundo aire" al contrario porque, de hacerlo así, lo más
lógico es que con la recuperación, que se le ha dado, te
manden a la lona por la cuenta de diez perdiendo, de esa
forma, un combate que tenías ganado.
Al romperse el pacto Antiterrorista, ese que tenía a la
banda de asesinos entre las cuerdas y prestos a que desde su
rincón se tirase la toalla dando el combate por perdido, se
les ofreció la oportunidad, con la rotura del pacto, de
tomar ese "segundo aire", que les da fuerzas, a los
boxeadores, para recuperarse y tener la oportunidad de ganar
el combate.
A veces la soberbia, de los grandes boxeadores, cuando se
encuentran con el contrario presto a tirar la toalla desde
su rincón aceptando su derrota, les dejan que vuelvan para
jugar un poco con él, divertir al público y lanzarlo a la
lona, por la cuenta de diez, cuando lo crean conveniente. Un
error imperdonable en boxeo que, conlleva, unas malas
consecuencias, dada la importancia que tiene ese "segundo
aire" que en un alarde de arrogancia se le ha dejado tomar
al contrario. Ese alarde de soberbia y arrogancia de quien
se cree el mejor, termina por pasarle la factura,
correspondiente, y llevarlo a la lona perdiendo un combate
que tenía ganado.
El soberbio, no quiso escuchar los gritos que les daban
desde los graderíos, pidiéndole que acabara el combate. Sólo
cuando se vio en la lona, señalaba hacia la primera fila
echándoles las culpas a un espectador que nada tenía que ver
con el combate y que, además, asistía atónito a cuanto había
sucedido, viendo quien era el que estaba tumbado en la lona,
habiendo perdido un combate que tenía ganado pero que sólo
su soberbia y arrogancia, le habían hecho perderlo. Por
cierto aquí, en este país, no hay un dios que dimita.
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