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OPINIÓN - MARTES, 09 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Capello está atorado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Atorado: dícese de un torero cuando está cansado física y mentalmente por haber actuado en un gran número de corridas. Y, claro, comienza a pegar petardos y los públicos se encabronan y raro es el día donde las broncas y el flamear de pañuelos no le acompañen en sus tardes de rotundos fracasos.

Es entonces cuando el matador, otrora triunfante con su estilo, ajustado o no a las más estrictas reglas del toreo, debe plantearse si continuar haciendo el paseíllo o tomarse un descanso e incluso pensar en la retirada hasta conseguir recuperar la lucidez. De lo contrario, arrastará su nombre por todas las plazas que antes reconocían sus méritos.

Esa situación taurina, trasladada al fútbol, podría aplicársele en estos momentos a Fabio Capello. Quien lleva ya tiempo demostrando que sentarse en el banquillo para él se ha convertido en una rutina. En un cometido que puede afrontar sólo con su experiencia de romano curtido en mil batallas y saturado de títulos y dineros.

Yo veo a un Cappelo hastiado de cuanto acontece a su alrededor y lleva ya tiempo emitiendo señales palmarias de haber perdido el rumbo. Está sacando a relucir la misma actitud que hace poco tiempo veíamos en Irureta: otro técnico que había perdido el oremus en el Betis y que cuando debía responder a las carencias del equipo o a los errores existentes, se iba por los cerros de Ubeda. Es decir, se ponía a explicar sus triunfos pasados y la grandeza de su historial.

Los petardos que viene pegando el Madrid son para que sus dirigentes tomen decisiones cuanto antes y nunca para dejarse llevar por lo que digan unos futbolistas que, tras actuaciones deshonrosas, se reúnen y notifican propósitos de la enmienda. Una mentira que ya no cuela.

La mentira de los jugadores madridistas data de hace ya varias temporadas y fue motivo muy principal para que muchos pensaramos en Capello: hombre que podía poner fin a ese desmadre de equipo en el cual se pagan millones a tipos ociosos y prestos siempre a imponer sus normas por encima del bien del club.

Por tanto, la llegada de FC a la casa de la Troya, que es realmente la casa madridista, despertó ilusiones en cuanto a que el italiano impondría orden, disciplina, trabajo y practicidad a una patulea necesitada de un jefe con agallas. De alguien capaz también de hacer un conjunto fuerte, correoso y donde cada misión concreta repercutiera en beneficio del bloque.

Y a fe que en los primeros momentos de la temporada creímos que todo iba según lo previsto. No importaba, en absoluto, que los exquisitos de la prensa insistieran en reclamar fútbol tipo ballet y jugadores adecuados a esa gollería. Porque la mayoría estaba con el entrenador. Pero éste, que ya había firmado su contrato con trágala, aceptando como portero a uno de los peores, si no el peor, del fútbol llamado de las estrellas, se acojonó bien pronto ante las críticas de los periodistas y entró en una fase de veleidades impropias de su tan cacareado valor ante las imposiciones. Lo último ha sido dar el visto bueno a los fichajes de invierno.

Colocó a Guti en sitio y en zona del campo donde su cometido hace daño a los defensores. Comenzó a perder la confianza en Diarra y aprovechó el desliz de éste ante las cámaras para sacrificarlo. Y a partir de ahí se ha ido contradiciendo a pasos agigantados. Hasta el punto de que mucho me temo que haya entrado en una fase desconcertante y peligrosa a la hora de hacer las alineaciones y, sobre todo, de acertar con el sistema. Lo ocurrido en Riazor es, sin duda, fiel reflejo de que Fabio Capello padece la enfermedad taurina: está atorado de verdad y pidiendo un descanso a gritos.
 

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