Me veo la cabalgata de los Reyes
Magos. No cojo ni un solo caramelo porque, aunque pueda
parecer algo raro, sus majestades usando la mano derecha
para lanzarlos, como les viene más fácil, los tiran casi
todos a la izquierda. Todo un detalle de los reyes hacia la
parte izquierda de su mano derecha.
En la Gran Vía, al parecer, sus majestades los magos de
Oriente, se quedan si caramelos con lo cual su mano derecha
ya no puede lanzarles los caramelos a la izquierda. Para una
vez que me cambio de acera, a ver si tengo la posibilidad de
coger un solo caramelo, se quedan si caramelos. Está visto
que no es mi día de suerte. Decido, pues, alejarme de la
cabalgata e ir a comprar el roscón. Lo adquiero, lo abrimos
y como está demostrado que no es mi día de suerte, me sale
la sorpresa y al que le sale la sorpresa, ya sabe lo que le
pasa, que tiene que pagarlo. ¡Ditan sean las cazuelas de
papas en amarillo con jureles fritos del día anterior!.
Espero que ustedes, usease vusotros, hayan tenido mejor
suerte que el menda, hayan cogido algún que otro caramelo y,
por supuesto, no le haya salido la sorpresa en el roscón.
La misma suerte que les deseo hayan tenido con ese pedacito
de cartón que mete, usted, en el cajero y le da dinero.
Porque ahí, en ese cajero, tampoco he tenido la suerte de
cara. He metido el pedacito de cartón, con la esperanza de
que aún me quedase algo, y el desgraciado del enano que hay
dentro me ha enseñado por la ranura el dedo corazón,
mientras me ha parecido escuchar alguna que otra carcajada,
venida desde dentro de la máquina. Hay siglos que no está
uno para nada.
¡Anda que empezamos bien el 2007!, sin un duro en el
cartoncito y con la subida de la luz, el agua, el gas, los
transportes públicos y otras cosillas sin importancia que,
cada vez, nos hacen más pobres a los españoles. La única
esperanza que me queda, es la frase de los gitanos, esa que
dice: “Los gitanos no quieren los hijos con buenos
principios”. Olga, amigo guardia, sea verdad la frase y se
nos presente a todos un buen año, olvidando incluso al
desgraciado del enano que está dentro de la máquina de la
tarjeta.
De todas formas, a los que nos han dejado la tarjeta más que
temblando, siempre nos quedará la oportunidad de acudir al
banco amigo y ampliar el préstamo que tenemos concedido.
Seremos más pobres, porque tendremos una nueva deuda mayor
que la anterior, pero habremos salido del bache, que más que
bache es un socavón. ¡Será por socavones!.
Me estoy pensando, muy detenidamente, para evitar que me
suceda eso de estar más seco que una mojama en tiempo de
poniente fuerte, en encontrar a algún amiguete que me
recomiende para que me lleven e una de esas listas y ocupar
un silloncito ganando una pasta gansa. Sería la solución a
todos mis problemas.
Pero problema, lo que se dice problema, se me va a plantear,
para saber a quién o quiénes les pido el favor. Al
presidente, a pesar de mi amistad, no le voy a pedir que me
nombre asesor, por la sencilla razón de que no tengo otra
chaqueta que ponerme para asistir a los actos y está, una
jartá de feo, ir siempre con la misma chaqueta. La cosa
cambiaría si tuviese, por un suponer, un par de chaquetas
para cambiarme según el día.
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