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sociedad - LUNES, 08 DE ENERO DE 2007


vista de tetuán. REDUAN.

REPORTAJE / GLOBALIZACIÓN
 

Telefonistas transfronterizos

Cientos de empresas de servicios
telefónicos centralizan sus call centers
en terceros países. Marruecos y
Holanda son dos muestras de ello
 

CEUTA
Verónica Fernández
veronicafernandez@elpueblodeceuta.com

Mohamed se llama Alejandro, antes fue Ernesto, dice que eligió estos nombres porque le gustan y suenan bien: “escucha: ¡hola, me llamo Ernesto! ¿no te gusta?”. Tiene 26 años y es tangerino. Desde hace sólo unos meses trabaja para Atento, una empresa del grupo Telefónica que atiende los servicios del 11818. Este nuevo contrato le ha permitido dejar su trabajo en el puerto y pasarse ocho horas en un call center atendiendo las llamadas que llegan de España.

Éste no es un caso aislado, cientos de empresas de todo el mundo, también las españolas, atienden los problemas de sus clientes a través de servicios telefónicos que se hallan en un espacio indeterminado y en los que te atiende gente sin un acento concreto.

En el caso de Marruecos, el único requisito es hablar un buen español. No hace falta tener una determinada preparación académica ni siquiera un acento concreto. Una vez que entras a formar parte de la plantilla te dan un curso acelerado de cómo atender al cliente, qué tipo de respuestas se les puede dar o no y cómo tener una pronunciación neutra.

Mohamed ya trabajó antes en esta empresa, durante varios meses: “está bastante bien, no trabajas demasiado, practicas español y encima te dejan elegir el nombre que quieras, ¡es bastante divertido!”, señala. La diversión, para él, radica no sólo en el hecho de poder transformarse en otra persona, sino también en estar atendiendo a alguien que da por sentado que estás en su mismo país: “creo que muchos se sorprenderían si supieran que les hablamos desde Marruecos”.

La pujanza de esta oferta de trabajo es tal que muchos jóvenes de la provincia de Tetuán acuden a trabajar a estas centrales de llamadas en las que apenas ganarán 3000 dirhams, es decir, 300 euros al mes. Los trabajadores de Atento son principalmente de aquí y de Tánger, ciudades en las que, por proximidad con Ceuta, por la influencia que ejerció el Protectorado y gracias a la televisión, el idioma español no les resulta en absoluto ajeno.

Allí, al igual que sucede en Ceuta, donde se ven claramente los canales 1 y 2 de la televisión marroquí, no es necesario tener una antena parabólica para poder ver la programación española de los canales de televisión generalistas así que el contacto con la lengua de Cervantes es totalmente natural y gratuita.

Éste es sólo uno de los efectos de la globalización que llega, tal vez para sorpresa de muchos, incluso al vecino Marruecos, donde comienzan a soplar aires de modernidad. Las empresas se aprovechan de que emplear a marroquíes es mucho más barato que emplear a españoles: el coste de vida es menor, la fuerza sindical es inexistente y, para su fortuna, cobrar un sueldo mensual de 300 euros es todo un capital.

Sean cuales fueren los motivos, lo cierto es que estas incursiones de capital extranjero en países menos desarrollados que los europeos constituyen una buena noticia para todos, para los propios marroquíes y también para los ceutíes que, sin duda, podrán beneficiarse de las ventajas que supondría tener de vecino a un país con una economía pujante que, entre otras cosas, relajaría mucho la presión migratoria que sufre constantemente la Ciudad Autónoma aunque los intentos de saltar la valla sean ahora, un recuerdo algo lejano.

Pero el caso de Mohamed no es el único. Las empresas multinacionales, sobre todo de servicios relacionados con la telefonía, la electrónica y la informática, centralizan cada vez más sus servicios de modo que, aunque te atiendan en español, puedes estar llamando a países tan lejanos como Holanda. Éste es el caso de Sonia, Caty, David y Martine. Llegados de países tan lejanos como España, Argentina, Irlanda o Alemania estos jóvenes encuentran en los call centers una forma de conseguir trabajo fácilmente (las plantillas no se caracterizan precisamente por ser estables) y sin demasiado estrés que les permite ganar algo de dinero y mantenerse en el país mientras finalizan su estancia de Erasmus o aprenden a manejarse mejor en holandés, algo indispensable si uno pretende quedarse a vivir allí una temporada larga.

Marruecos y Holanda son sólo una muestra de cómo nadie, en una u otra medida, es ajeno a esa globalización tan denostada por muchos pero tan presente en nuestra vida cotidiana a través de asuntos tan triviales como puede ser realizar una llamada telefónica.
 

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