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OPINIÓN - SÁBADO, 06 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

“Vergüenzas”
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

En diversos ámbitos de la sociedad española venimos observando como se emplea la frase “vergüenza política, social, deportiva o torera” o con algunos calificativos más para poner de manifiesto la ineptitud o falta cometida por acción deshonrosa humillante ajena de lo que nosotros pensamos cuando la vergüenza se pierde y se convierte en delito, no poniéndose de manifiesto ni denunciándose por quienes tienen el deber de hacerlo, a quienes cometen irregularidades de carácter delictivo sean políticos, dirigentes de empresas, funcionarios, deportistas o profesionales del toreo.

Y creemos que si un político o profesional de cualquier actividad comete fechorías o acciones malignas como el cohecho, el tráfico de influencias, el blanqueo de dinero, la prevaricación, la malversación de fondos, el engaño, etc., hay que llamarlo por su nombre que no es otro que uno de los mencionados y nunca, como ahora viene sucediendo, quizás por temor a represalias o falta de valor de decir a la cara de cada cual lo que es, se le dice “fulano de tal no tiene vergüenza política”. La misma frase se utiliza para los ejercientes de las demás actividades antes citadas, tales como los que abusan de su posición social, de deportistas que perciben unos cuantiosos ingresos y luego no rinden ni demuestran, por su irregular vida extradeportiva, las expectativas razonables de rendimiento o del torero que realiza una “faena de funcionario” (¿a qué se deberá ésta definición que los críticos taurinos emplean para describir la mala actuación de un profesional de esta actividad?).

Decía Sir Winston Churchill “que en política se muere muchas veces” y creemos que si se aplica la definición de “sinvergüenza político” a cualquier delincuente de la vida pública, estamos acusando al que dirigimos la perorata de una cuestión impersonal o abstracta, o sea, que seguirá, como si tal cosa, en el desarrollo de su función profesional en la política, porque quienes tienen la obligación de denunciarle, los que conocen de primera mano los hechos, no llaman por su nombre de prevaricador, malversador, estafador, sobornador o aceptador de dádivas, etc. a quien realiza las acciones delictivas, permitiéndose que, en un momento dado, estos eventos de malvados queden escondidos tras el parapeto de “vergüenzas” cuando en realidad se refieren a actos que hay que denunciar en los ámbitos donde correspondan y que debe sancionar la justicia, no una prefabricada frase que venga a establecer como anécdota, y todo quede ahí, lo que realmente se trata de un quebrantamiento voluntario de la ley.

En Ceuta, que sepamos, no disponemos de políticos, funcionarios, deportistas y, menos, toreros a los que podamos encuadrar dentro de los grupos delictivos enumerados, aun cuando hay quienes, pertenecientes al “gremio de la política”, si podríamos clasificarlos, tratándolos muy venialmente, de faltos de aplicación o diligencia para los cargos o puestos que vienen desempeñando.
 

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