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OPINIÓN - SÁBADO, 06 DE ENERO DE 2007

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Los límItes de la magia de los Reyes de Oriente

La ilusión es una estrategia de la vida que usan los ignorantes para sobrevivir y seguir queriendo que el camino de la felicidad se extienda en el llano de su propia vida, sabiendo -incluso- que de las pocas cosas que hay irrecuperables es la propia ignorancia. La mayoría tiende a aplicar el vocablo ‘ignorancia’ a una persona de modo peyorativo; pero si se hiciese reflexionar al interlocutor, y caer en su niñez o en la niñez inmediata de cualquier infante que le rodea, seguramente el carácter ‘negativo’ de la referida ignorancia se tornaría en añoranza, en un olor o visión o registro de un pasado perdido y solicitado en los tiempos difíciles.

Suplimos aquellos recuerdos por los de otros, quizás nuestros hijos, y permitimos así (bienvenida sea la nostalgia) el acueducto que nos lleva a la ilusión, una desazón controlada año a año para permitirnos -obligarnos, si acaso- a ser mejores, más solidarios. El advenimiento de los Reyes Magos (fundamentalmente en terreno patrio), nos devuelve a aquellos espacios que reclamábamos a una libertad consentida de la que nunca más gozamos.

Los Reyes de Oriente, los únicos que legitiman el deseo y la pasión que nos permite perdernos en el camino de aquella nostalgia, deberían, también, hacernos reflexionar sobre la bajeza de los niveles que aporta la realidad. Sobre aquellos que no tienen caminos ni canales para que a ellos lleguen y certifique un mínimo de esperanza; principalmente esos niños abocados a la tristeza del desamparo. Los Reyes de Oriente, los Magos, tienen que servirnos de interlocutores válidos con la pobreza para ser más conscientes de ella y volcarnos en su erradicación. De otra manera, nuestros deseos no son más que mera parafernalia que sirve para tapar la tristeza ególatra y cruel de los que nos satisfacemos con la opulencia del mal llamado Primer Mundo.

Hay motivo para la felicidad en la llegada de los Reyes Magos (mágicos), pero también para una reflexión que nos permita disfrutarlos con todo el mundo (rara e implacable frase esa de: todo el mundo).
 

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