Jamal Ouahbi es el autor de este articulo que he recogido de
la pagina Web Marruecos digital. (22/11/06). De este
articulo se ha hablado y escrito mucho, y cada uno de los
que han ido interpretando el texto le han dado su propia
versión; como lo que en esta sección trato es de dar a
conocer, generar una cultura sobre seguridad, voy a hacer
una transcripción integra porque creo que el autor se lo
merece y el contenido es importante para todos los
ciudadanos de la ciudad. . Abdelmonem procedía del mismo
barrio que los suicidas de Leganés. La frontera con España
es un vivero de hombres bomba. Hay más casos. Sus padres no
saben con exactitud el día de su muerte. El policía que se
personó en su casa para pedirles los documentos de su hijo
les dijo que Abdelmonem Amakchar El Amrani se inmoló dentro
de un coche bomba en la ciudad iraquí de Bakuba -60
kilómetros al noreste de Bagdad- la pasada primavera. Los
norteamericanos especulan que el joven marroquí conducía el
vehículo que estalló el 6 de marzo al paso de un cortejo
fúnebre matando a seis civiles e hiriendo a otros 27. Sus
restos quedaron tan mezclados con los de sus víctimas que
fue imposible reconocerlos.
La familia de Monsef Ben Massaoud tampoco sabe en que lugar
de Bagdad se hizo estallar el joven tetuaní. El 27 de julio
salió de Marruecos sin despedirse. Y, ahora, la policía les
ha confirmado su muerte. En cambio, los parientes de Younes
Chebbak, 25 años, todavía no saben nada y temen lo peor.
Los tres jóvenes vivían en el barrio Jamma Mezuak, de
Tetuán, el mismo donde se criaron cinco de los terroristas
que se suicidaron en Leganés. En total son 14 los tetuaníes
inmolados en España e Irak. ¿Qué está pasando para que esta
esquina de Marruecos sea un criadero de hombres-bomba?
Abdelmonem trabajaba como porteador en la frontera de
Marruecos con Ceuta, a 40 kilómetros de Tetuán. Cada vez que
cruzaba la verja cargado con 50 kilos de mercancías -cuatro
o cinco veces diarias- recibía cinco euros. Por la tarde
regresaba reventado a su casa para estar con su mujer y su
hija recién nacida. Más de una vez les había confesado su
intención de emigrar definitivamente a España. Pero eso fue
antes de dejarse barba...
A veces iba a ver a algún amigo a la barriada ceutí de El
Príncipe, la misma donde vive Hamido, el español que pasó
dos años en Guantánamo tras ser detenido en Pakistán por su
presunta relación con los talibanes afganos. Los dos barrios
tienen muchas cosas en común aunque estén en países
distintos: índices de paro, analfabetismo y pobreza
escalofriantes, mucha juventud desorientada y un clima de
violencia extremo. Ingredientes ideales para que los
reclutadores de mártires islámicos encuentren sus candidatos
perfectos. De momento, en la ciudad marroquí lo están
consiguiendo.
Su casa está a la vuelta de la esquina en la que vive Ahmed,
el padre de Rifaat Asrih, uno de los siete jóvenes que se
inmolaron en Leganés, semanas después de los atentados del
11-M en Madrid, tras verse acorralados por la Policía.
No hay que caminar mucho para encontrar las viviendas de
Monsef y Younes -las dos en la misma calle-, los otros
jóvenes sobre los que se tiene noticias de su reciente
inmolación en Irak. Ninguno de los dos reunía el perfil
marginal de los suicidas marroquíes. Monsef estudiaba en la
Universidad de Ciencias Humanas de Tetúan, había servido en
las Fuerzas Aéreas marroquíes en Marrakech y hasta que
decidió hacer la guerra santa en Irak tenía el sueño de
matricularse en la Escuela de Ingenieros de Mohamedia.
«Se fue de casa hace cinco meses. Pensábamos que había
decidido quemar el Estrecho, como tantos otros, buscando una
vida mejor en España. Recibimos una llamada suya desde Siria
diciéndonos que estaba bien y que había encontrado un buen
trabajo. La comunicación se cortó antes de poder preguntarle
nada. Lo siguiente que supimos de él nos lo dijo el policía
que vino a casa a tomarnos muestras de saliva para comprobar
si nuestro ADN coincide con el de un terrorista que se
suicidó en Bagdad hace poco», asegura El Haj Ahmed
Menmassaoud, padre de Monsef.
Encontramos al hombre, de 56 años, en su puesto de venta de
repuestos de automóviles -casi todos traídos de Ceuta- junto
a la puerta del mercado de Suk Al Gorna. Viste una chilaba
marrón y luce una descuidada barba de 20 días. Está
nervioso, no puede mantener la mirada y sus ojos se llenan
de lágrimas al recordar a su hijo. Tiene miedo de hablar más
con nosotros porque ya ha sido advertido por la policía
marroquí.
Younes Chebbak, por su parte, estudió Historia y Geografía
también en la Universidad de Tetuán. Tiene 10 hermanos y sus
amigos le recuerdan como un joven «alegre al que le gustaba
mucho el fútbol, aunque en alguna ocasión le habíamos oído
decir que pagaría 50.000 dirhams -unos 5.000 euros- a quien
le llevase a Irak». Trabajaba en una de las dos tiendas que
Kassem, su padre, tiene en el mercado de Bab Nouader.
Desapareció a finales de septiembre, justo con el comienzo
del Ramadán.
A estos tres casos conocidos se une la desaparición de, al
menos, otros seis jóvenes que vivían en las mismas calles,
justo al otro lado de la avenida Jamma Mezuak, que da nombre
al barrio. La misma zona también donde vivían Jamal Ahmidan,
Abdenbi Kunja, Rifaat Asrih y nacieron los hermanos Mohamed
y Rachid Oulad Akcha, todos muertos en el piso de Leganés
tras hacer estallar los cinturones de bombas que llevaban
puestos.
Los nombres de estos seis desaparecidos todavía no han
trascendido. «La policía vigila las casas de las familias y
no quieren hablar con nadie porque para la gente mayor,
bereberes analfabetos en su mayoría, es una deshonra que sus
hijos se hayan marchado tan lejos a morir así. Algunos
todavía confían en que las informaciones que les trasmitió
el Gobierno estén erradas y esperan que los jóvenes sólo
hayan emigrado a España en busca de trabajo», asegura Tarek,
vecino del barrio.
La pregunta
Pero, ¿qué es lo que ocurre en este barrio de Tetuán para
que 14 de sus jóvenes hayan decidido entregar su vida de
esta forma en lugares tan distantes como Madrid o Bagdad?
En Jamaa Mezuak viven unas 60.000 personas -Tetuán tiene
700.000 habitantes- y es un barrio de aluvión surgido en los
años setenta cuando comenzó la emigración de los cercanos
pueblos bereberes del Rif -Gomara y Ben Ahmed, sobre todo-
hacia la gran ciudad. La inmensa mayoría de la población es
analfabeta y la única salida laboral para los jóvenes es
dedicarse al contrabando de mercancías compradas en Ceuta o
hachís adquirido en las cercanas montañas de Ketama. En las
calles más alejadas de la avenida principal no hay agua
corriente y en otras muchas ni siquiera llega la luz
eléctrica.
(Continuará)
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