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OPINIÓN - VIERNES, 05 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Erró el delegado del Gobierno
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Si el delegado del Gobierno, Jerónimo García-Arreciado, pensó que con sus declaraciones de la semana pasada podría conseguir que Vivas e Imbroda rompieran sus relaciones y se devolviesen las cartas, debe haberse llevado un enorme chasco. E incluso puede que ahora esté meditando cómo le ha fallado a él una táctica, la del divide y vencerás, en la cual tanto parecía confiar.

El delegado del Gobierno es político curtido en mil batallas. Lo cual no me cabe la menor duda. Y no iba mal encaminado al poner en práctica una jugada con el fin de darle a Juan Vivas en todo el ego, para inflárselo y que le hiciera perder la noción de la realidad en cuanto a cómo ha de entenderse con el ministro de Administraciones Públicas.

No estuvo mal la idea de García-Arreciado tratando de avivar la vanidad del presidente ceutí, a fin de confundirlo. Es decir, quiso meterle los demonios en el cuerpo sobre si le merecía la pena seguir formando pareja de peticiones con alguien que le cae muy mal a Jordi Sevilla. Porque está claro que Imbroda no es santo de la devoción del político catalán.

De forma que se dejó caer más o menos así: es una pena que las buenas maneras de Juan Vivas, que lo sitúan en condiciones de obtener más beneficios a la hora de negociar con la Administración central, se vean perjudicados por formar un tándem con Juan José Imbroda. Por ser éste inflexible e intransigente, en todos los aspectos.

Dicho lo dicho, me imagino que el político onubense se quedaría tan pancho. Y hasta, quizá confiado en su experiencia, puede que se hiciera a la idea de que el halago a JV, que llevaba implícito el mensaje de negocia tú por separado, que te irá mejor, surtirían los efectos deseados. Pero se equivocó de hombre.

Un error basado, por encima de cualquier otra cuestión, en el desconocimiento que tiene García-Arreciado de cómo es el hombre que se sienta en el sillón principal del Ayuntamiento.

Cierto que el buen político onubense lleva poco tiempo tratando a Vivas y, por tanto, es lógico que no sepa de él apenas nada. Pues de no haber sido así, seguro que habría desestimado esa maniobra que a lo mejor con otro personaje le habría funcionado la mar de bien.

Ay, tantos asesores alrededor de quien manda y, sin embargo, son incapaces de evitar que el jefe se pegue un jardazo de padre y muy señor mío. Una costalada de las que le suelen dejar a uno los glúteos doloridos para una temporada larga. Y es que algún asesor, si acaso las palabras del delegado no le salieron improvisadas y por su cuenta y riesgo, debió aleccionarlo acerca de lo conservador que es el presidente de Ceuta.

Vivas, por si a bien tiene saberlo JGA, no actúa nunca a la ligera. Y casi siempre emprende labores conjuntas con personas muy distintas a él en modos de mostrarse. Y acostumbra, además, a ser poco dado a romper con ellas por las bravas. De ahí que la propuesta de JGA para que le diera un regate a Imbroda, por haber ganado éste fama de bulldozer en sus relaciones con Jordi Sevilla, me pareciera absurda y condenada al fracaso.

Porque a pesar de que ambos presidentes no tengan el menor parecido en sus comportamientos -ya que me atrevo a decir que son total y absolutamente distintos en carácter-, no es óbice para que hayan hecho un pacto de actitud en lo tocante a pedirles a las instituciones todo lo que crean que es de justicia reclamar.

Por una razón tan sencilla cual manida: la unión hace la fuerza. Y, creáme, delegado del Gobierno, que Vivas no tirará nunca por la borda el temperamento que saca a relucir en ese intento su homólogo de Melilla: Juan José Imbroda.
 

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