Musulmanes y cristianos, a los que
se han juntado las celebraciones, parece que han preferido
no tenerse que aquilatar a los sobresaltos, y han
planificado el paso por el Estrecho de forma sosegada
(escalonada, como prefieren decir las autoridades
competentes). En sus retinas quedan las ‘apretadas’ imágenes
de la llegada desde la península, donde Algeciras se
convirtió en un ‘cuello de botella’ que libaba la paciencia
y conculcaba los peores instintos contra los responsables de
aquel ‘cotarro’.
Ríos de tinta corrieron por los rotativos; el salivar de los
de la radio fluyó con profusión; y las muecas más abyectas
de los televisivos dejaron claro la falta de previsión, la
ausencia de infraestructuras, la sinrazón del caos. Casi, de
no ser por la paciencia demostrada finalmente por unos y
otros, la cosa acaba tan mal como parecían augurar los
presagios.
Tras la crisis de la ida, tomaron las autoridades las
riendas (al menos eso es lo que se ha querido mostrar a la
ciudadanía a través del ejercicio mediático) y montaron una
OPE -siglas de Operación Paso del Estrecho- muy circunspecta
y apañada para que aquellos que tenían que volver, no
tuviesen que padecer tal hecatombe de nuevo: hoy será su
‘prueba del algodón’; no obstante, todo hace vaticinar que
no ocurrirá nada. Los sufridores del tránsito no van a
permitir que la suerte les pille a traspie. Los que llegan
del Aid El Kebir, que son muchos, principalmente desde
Marruecos; los que han pasado las Navidades más acá del
continente -incluso los que ahora vienen regresando de La
Meca hacia Ceuta- han mostrado esa inteligencia que se le
supone al ser humano y que, muchas veces, las instituciones
(parece) intentan evitar.
La coordinación de la OPE espera gran afluencia de vehículos
estos días en los que el fin de semana se junta con el fin
de las fiestas, y promete que no se repetirá la sinrazón de
la imprevisión, que podrán regresar a los hogares de lo
cotidiano para reposar estómagos y cabezas de tan
gastronómicas jornadas familiares.
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