¿Qué si voy a referirme a las
rebajas que ya han comenzado en algunas afortunadas y
talentosas comunidades autónomas? Pues si. Pero los saldos,
el baratería y los descuentos que me preocupan no son los de
los trapos y los complementos, sino los de las ideas, la
dialéctica, los planteamientos y el politiquería. La
reiteración estéril sobre los problemas que aquejan a los
españoles, como el de el último y previsible bombazo de ETA,
las réplicas y contrarréplicas sobre el manido asunto del
terrorismo choricil y chusmoso de los etarras y las imágenes
del desescombro de la terminal 4, son como regüeldo de ajo,
ingratamente repetitivas. Ya han hablado los unos y los
otros, ya han dicho todo cuanto tenían que decir y, a la
primera, lo entendimos. Os que siempre pensamos que, el alto
el fuego no era más que una manida estrategia de rearme y
una tentativa de legalizar a los batasunos para darles
sillón y jornal a un puñado de parados sin oficio ni
beneficio, nosotros ya teníamos nuestra idea hecha y
concebida. Los otros, los que apuntaban al diálogo y a la
deseable pax desechando credulidad ante los criminales y sus
mariachis, esos, han reculado al verle las orejas a la
furgoneta bomba y deben andar acharados y con una enorme
sensación de haber hecho el más espantoso de los ridículos.
Así que no hace falta que reinen más sobre el antes y el
después, ni que suelten más declaraciones ni realicen más
comparecencias para insistir en unas posturas que ya
conocemos porque, la verborrea, a fuerza de reiteración,
pierde significado, a fuerza de machaconería acaba hastiando
y conceptos e ideas acaban siendo saldo de la temporada
anterior. Porque los temas vuelan y quien se vuelve
monotemático no sale en la foto ante la fulgurante
inmediatez de las noticias. Lo cierto es que, a muchos, nos
inquieta infinitamente más que el terrorismo cochambroso y
conservador de ETA (son conservadores porque tienen en alta
estima sus despreciables vidas, quieren conservarlas a toda
costa y no late en ellos la vena de la inmolación ni del
martiriologio, todo lo contrario, se saben los derechos al
dedillo y los únicos que les pueden dar un zaleo son los
polis franceses, infinitamente menos correctos y resignados
que los nuestros) a muchos nos angustia el que, desde la
irrupción del euro, malhaya sea, la vida se ha encarecido un
sesenta por ciento y, ni los de antes ni los de ahora, han
sabido erradicar intermediarios indeseables en agricultura,
pesca ni ganadería, ni llevar a cabo un severo control de
subidas de precios. El día de antes de arruinarnos con el
euro, el café costaba veinte duros, al día siguiente un
euro. Así, como si los precios se hubieran apuntado a la
extinta CNT y anduvieran en plan libertario y
anaracocapitalistas. Lo único prácticamente congelado fueron
las pensiones miserables, los sueldos que nada tienen que
ver con los europeos y las ayudas familiares que van en plan
“una limosnita por caridad” y entonces llega el Ministro,
dispensa una subida del cero dos por ciento y advierte “¡Y
no se lo gaste en vicios!” y el afortunado replica, sesudo y
talentoso “No se inquiete, Señoría, que este cero dos por
ciento es para invertirlo en bolsa, en hidrocarburos,
concretamente, porque servidor es pobre pero muy devoto del
índice nikei “ ¿Qué musitan ¿Qué menos coña María, Begoña?.
Pero es verdad, lo de ETA nos lo sabemos de memorieta y
tiene solución si se le echan cojones, pero lo del sesenta
por ciento…¿Quién es el político- héroe popular que le pone
el cascabel al felino hijoputa?.
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