Del torero que surge con fuerza y
pronto se encarama en los primeros puestos del escalafón,
los taurinos dicen lo siguiente: habrá que verlo cuando
sufra el bautismo de sangre. Tras la primera cogida grave,
la reaparición del matador es esperada con expectación, no
exenta de morbo, para comprobar en qué medida le ha afectado
la cornada al valor y si será capaz de pisar los terrenos
que antes pisaba.
Al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero,
lo ha corneado ETA, cuando confiado decidió perderle la cara
al morlaco. Pues sus declaraciones, veinticuatro horas antes
del atentado en el aparcamiento de la Terminal 4 del
aeropuerto de Barajas (“Dentro de un año estaremos mejor”),
parecían más o menos un desplante ante la cara del bicho,
sin saber exactamente en qué condiciones lo dejaba ni en qué
terrenos.
Las primeras palabras del presidente, pocas horas después de
su primera y gravísima cogida, dejaron entrever que volverá
a la cara del toro, que lo ocurrido no le impedirá seguir
lidiando bureles de tan encanallada ganadería. Cornúpetas
criminales, dispuestos siempre a matar ante el menor
descuido que sus oponentes tengan.
Lo cual ha sentado muy mal entre los críticos que se la
tenían jurada desde que ZP hizo el primer paseíllo y le dio
por recibir al presidente Bush en los medios para
comunicarle que él no participaba en la feria de Irak. Que
se quitaba del cartel y con él se venían todos los españoles
que nada pintaban en aquel coso.
Y, claro, sus detractores han aprovechado el momento de su
primera y tremenda cornada, donde el pitón ha estado a punto
de destrozarle la femoral y dejarlo listo de papeles en el
acto, para cebarse con él. Le han dicho que carece de valor;
que es todo un bluff; que su forma de comportarse en escena
es tan banal como inconsistente; que ha perdido los papeles
y que por el bien de la afición lo mejor es que se corte la
coleta cuanto antes. Incluso los hay, me refiero a los
críticos, que piden a voz en cuello que se recurra al
artículo 113 de la Constitución si ZP decide seguir en la
brecha.
Me imagino, con la que le está cayendo, que al presidente le
deben estar temblando las piernas, pero a pesar de ello
estará dispuesto a dar la cara cuanto antes. Porque en sus
condiciones cualquier espantada es sinónimo de ruina. Y la
vida política española es muy parecida a la vida taurina.
Aunque mucho me temo que ZP habrá de armarse de paciencia y
hacer acopio de enorme valor, para enfrentarse a los del
tendido 7 de Madrid. Esa patulea que desde la Cope y
Libertad Digital apenas le permite torear con el pico de la
muleta y no le perdona que se quede fuera de cacho. Y muchos
menos dejarán de airear que el toro etarra ha descubierto
que era mentira toda la torería preconizada por los
partidarios de Zapatero.
De momento, los seguidores de Mariano Rajoy, diestro
que está esperando su oportunidad, tampoco han quedado muy
contentos con la actuaciones de éste en momentos donde bien
podría ganarse la confianza de esa gran mayoría de
aficionados que anda dudando ya de la capacidad del maestro
leonés y hasta de su falta de buen talante.
Y le están pidiendo, por tanto, al artista pontevedrés que
se deje ya de faenitas cortas, salpicadas de detalles y se
dedique a hacer el salto de la rana para levantar a la gente
de sus asientos y conseguir llenar las plazas de los mítines
en cuanto llegue la ocasión. De lo contrario, los de la Cope
y Libertad Digital, que asesoran a los empresarios Acebes
y Zaplana, empezarán a decir que Rajoy es un torero
melifluo que vale para lo que vale: para torear festivales y
algunas corridas en plazas de segunda categoría. Y
destrozarán su carrera. Oído al parche.
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