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OPINIÓN - MARTES, 02 DE ENERO DE 2007

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Ceuta y Melilla, unidas

Ya que, desde las altas instancias del Estado, pasando por las estadísticas del INE y hasta en las noticias del tiempo, se unen a las ciudades de Ceuta y Melilla como de una sola realidad se tratara para comprobación casi diaria de la ignorancia de todos estos estamentos, habrá que aprovechar y unir de veras la lucha por causas comunes a dos territorios que, por la fuerza del destino histórico a la que nos han llevado políticos negativos para la historia de España, nos han colocado no ya fuera de la península como físicamente nos situamos, sino fuera de cualquier realidad en cuanto al nuevo orden territorial del estado surgido con la Constitución española del 78; y todo ello pese a que en un gran ‘parche histórico’ se nos concediera una estatuto de autonomía sui géneris que aún debate el propio Tribunal Constitucional.

Aún cuando la Constitución española no se ha cumplido en su totalidad para ceutíes y melillenses –la Transitoria V continúa virgen-, los naturales de Ceuta y Melilla nos sentimos autonomistas españoles. Es decir, deseamos sentirnos de igual forma que cualquier otro ciudadano español residente en Cataluña, País Vasco o Andalucía –por citar una realidad de administración pública cercana-.

Sin renegar de nuestra histórica españolidad de la que nos enorgullecemos, buscamos –a diferencia de otros ciudadanos de territorios con menos vocación españolista- una relación estrecha con el Estado y a una cogestión de áreas complicadas por su volumen y organización. Pero Ceuta no necesita de políticas intervencionistas modeladas a gusto del de turno en Madrid.

Ceuta, como Melilla, necesita de medidas plurianuales, de avances sostenidos y constantes que no mermen el progreso que les es común al resto de territorios del Estado.

No es malo pues que las instituciones locales de Ceuta y Melilla se unan para logros de objetivos comunes. Ya lo hicieron en tiempos del PP y lo continúan haciendo en tiempos del PSOE. La estrategia de ‘echarlos a pelear’, o sea a Vivas y a Imbroda es absolutamente fatua, porque ni va a lograrlo, ni es bien recibida por casi nadie.

La importancia de Ceuta y Melilla para el Estado es evidente. La responsabilidad política sobre dos territorios geoestratégicamente complicados es tan alta, que bien se haría en adecuar las medidas necesarias para el afianzamiento de estas dos realidades españolas tan históricamente poco consideradas desde Madrid, lo que –recordaremos- conllevó a un severo varapalo en el 99.
 

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