En la antigua emisora de Radio
Dersa Tetuán, de la que era director don Gaspar Tato Cuming
(el creador de los comentarios “En menos que Canta un
Gallo”, título de su invención que Gaspar utilizaba
diariamente en un comentario radiofónico de actualidad o
político que emitía la citada emisora aun cuando lo hemos
visto encabezando artículos de Martín Ferrand en el diario
ABC), y dado lo ingenioso de su citado director, se
organizaban una serie de actuaciones cara al público entre
las que sobresalía una titulada “La Silla Eléctrica” en la
que a un personaje popular de la ciudad (actor, futbolista,
taxista, limpiabotas, médico, ingeniero o persona de
cualquier otra actividad profesional) se le sometía a una
serie de preguntas, algunas de ellas comprometidas, que el
interesado estaba obligado a contestar.
Ni que decir tiene que el jolgorio era general cuando
preguntaban a alguno, por ejemplo al médico, si atendía
igual a las personas en su consulta privada que en el
dispensario (en Marruecos no existía la Seguridad Social más
que para los trabajadores que venían contratados de la
península), a lo que éste respondía que, aun empleando menos
tiempo, su deber no le permitía más que utilizar los
conocimientos que había adquirido estuviera donde estuviera
pasando consulta. A un futbolista le preguntaban que cuantas
novias había tenido en el transcurso de su vida profesional
y si había alguna a la que hubiera marcado algún penalti,
contestando el interlocutor que solo había tenido una novia
que hoy en día era su mujer. Al limpiabotas lo ponían en la
picota cuando le preguntaban si había limpiado alguna vez
los zapatos de alguna señorita (entonces apenas si las
mujeres usaban pantalones) y si se le había ocurrido mirar
hacia la entrepierna. Su contestación fue clara: nunca miro
más que a los zapatos cuando estoy trabajando. A un soltero
empedernido le preguntaron por qué no se casaba, a lo que
éste contestó, para que quiero casarme si la mujer es como
el automóvil: cuando me hace falta uno lo alquilo. Total
que, salvo éste último que se salió de tono, todos eran
“fieles servidores públicos”.
Y nos acordamos también de aquel concurso cara al publico
“Corra y llegue pronto” que se organizó para saber quien
tenía el número de pié mas alto, presentándose una veintena
de jóvenes que, como no, se aprestaron a la correspondiente
prueba, aunque el cincuenta por ciento de ellos, al
requerírseles para que se quitaran los zapatos y calcetines,
se retiraron del concurso.
Los ejemplos anteriores nos vienen a demostrar que la raza
humana es, en cuanto se le pregunta por sus defectos o
interioridades, muy defensora, salvo excepciones, de la
estimación, renombre y buen crédito personal pero, al tener
que demostrar los hechos para los que, como en el último
caso, hace falta quitarse los zapatos y calcetines, la mitad
de los convocados, “en menos que canta un gallo”, se
retiraron… cualquiera sabe si era porque podrían tener los
calcetines con agujeros, la uñas como peinetas o los pies
pocos limpios.
|