Jesús Fortes ha estado seis años
en el ostracismo político. Así que habrá tenido tiempo
suficiente para reflexionar acerca de los errores cometidos
mientras estuvo desempeñando cargos en el Partido Popular.
Seis años de exclusión, voluntaria o forzosa, de la
actividad política, es mucho tiempo para quien, como JF,
había hecho de ella su principal dedicación y vivía
entregado de lleno a una tarea pública que no se cansaba de
ejercer y representar a cada paso.
Del Jesús Fortes poderoso, cuando era presidente de la
ciudad, conservo yo varias imágenes. Una, que he recordado
en ocasiones, fue durante la noche electoral en la cual el
GIL se imponía en las urnas. Lo vi llegar a la sede de la
calle Real, procedente de la delegación del Gobierno, con el
rostro desencajado y procurando adentrarse cuanto antes en
su despacho a digerir la más que segura derrota. Una derrota
estrepitosa. Puesto que en aquel momento sólo un milagro
podía quitarles a los gilistas la mayoría absoluta que éstos
cantaban ya por doquier.
Lo que no sabía JF, en esa noche de tan triste memoria para
él, y sobre todo para Ceuta, es que a sus espaldas había
compañeros suyos alegrándose de su desgracia política y
celebrando el fin de su presidencia. Aquellos compañeros,
agrupados en el patio del edificio de la sede, hacían mofa
de la tristeza del todavía presidente y no se cortaban un
pelo en decir que ese desastre en las urnas bien valía para
acabar, de una vez por todas, con el mandato de alguien que
no deseaban.
Cuando yo les advertía de que una mayoría absoluta del GIL
les tendría mucho tiempo alejados del poder de la ciudad,
respondían que darían los pasos debidos para hacerse de
nuevo con las riendas del Gobierno. Confieso, pues, que
durante más de media hora anduve perdido entre quienes
anhelaban que se produjera la derrota de su partido. Algo
incomprensible. Un deseo que no vieron cumplido porque el
Partido Democrático y Social de Ceuta terminó por obtener
tres escaños y dejó a los de Antonio Sampietro con la
miel en los labios de una mayoría absoluta que ansiaban
también algunos empresarios de Ceuta.
Conviene recordar que el PDSC, pujante entonces, gracias a
Mohamed Chaib, Mustafa Mizzian y Hakim
Abdeselam, hizo posible que JF formara equipo de
gobierno junto a los diputados socialistas. Y más aún,
Emilio Carreira, ante las pocas facilidades que
daba Hakim para firmar el pacto, tuvo que emplearse a fondo
para convencerle. Lo cual consiguió tras horas de duras
conversaciones, finalizadas en la Cafetería Real.
Saco esto a colación, porque me he alegrado que JF haya
decidido salir de su exilio político y haya compartido
escenario con sus compañeros dirigentes en los últimos
acontecimientos del partido. Y también me satisface que
pueda ir en las listas si a bien lo tiene con un número
adecuado a sus pretensiones, cual ex presidente que es.
Aunque mala cosa sería que su vuelta al redil hubiera sido
pensada por otros para que sus fieles, que los tiene en el
partido, sirvan de contrapeso a los seguidores de Carreira.
Pues de ser así, su regreso a la política activa carecería
de sentido. Por más que, al cabo de tanto tiempo apartado de
ella, uno entienda que JF arda en deseos de regresar.
Eso sí, convendría decir, pues justicia obliga, que durante
el largo ostracismo de Jesús Fortes, jamás han salido de su
boca declaraciones contra sus compañeros y tampoco contra el
partido. De ahí que su inteligente silencio le haya valido
para que quienes tanto lo desdeñaron, en su día, le tiendan
ahora la mano. De cualquier manera, el ex presidente debe
meditar los pasos que da. Ya que un nuevo traspié, a estas
alturas, no sería agradable para él.
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