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OPINIÓN - VIERNES, 29 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El buen político
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Un político ha de ser alguien preparado, hábil y bien protegido por la fortuna. Y si tiene la misma baraca de Franco, un suponer, que era inmune a las balas, irá ganando elecciones hasta que se canse.

Un político que se precie de serlo, dejará a sus subalternos que tomen todas las medidas impopulares. Elegirá con cuidado a sus consejeros y evitará el cederles la menor parcela de autoridad. Lo cual no quiere decir que les impida aparentar lo que no son.

En cuanto a la reputación de los gobernantes, no cabe la menor duda de que es muy principal cuidarla hasta el mínimo detalle. Evitar en exceso los nombramientos a dedo; pues alguien que haya abusado de hacer clientelismo por ese método, está condenado al fracaso. Y qué decir de quienes se lo han llevado calentito. Si se les descubre, suerte tendrán de no ir al trullo.

El mejor bien de un político es tener la adhesión de su pueblo. Con esa fuerza entre sus manos seguro que podrá afrontar empresas que de otra forma sería si no imposible sí muy complicadas de llevarlas a cabo. Lo cual no deja de ser un reconocimiento del poder de la opinión pública. Sin duda.

Sin embargo, lo difícil es manejar esa opinión pública con la sutilidad y destreza de quien sabe, pues estamos hablando de alguien inteligente, que el pueblo es maleable, sensible a ciertas demostraciones populares, y capaz de hacer la vista gorda en según qué asuntos para evitar males mayores. Aquí cabría decir que más vale lo malo conocido...

Por ello se me viene a la memoria, en este momento, cómo una gran mayoría del pueblo de Ceuta, por evitar lo que consideraba un mal gobierno del Partido Popular y por haber perdido la confianza en su presidente, Jesús Fortes, se echó en los brazos de un GIL corrupto que llegó dispuesto a convertir la ciudad en un caos cual el de Marbella.

Aquella mayoría, a pesar de tener sus razones, se equivocó y con su error estuvo a punto de causarle un daño irreparable a su tierra. Por lo tanto, me imagino que a los ciudadanos se les habrán acabado ya las ganas de meterse en aventuras peligrosas.

Dicen que los grandes políticos han de almacenar grandes dosis de hipocresía. Elemental. Menudo sufrimiento debe de ser reír sin ganas, apretar manos que no gustan, estar presente en actos que desagradan o aguantar a pie firme los discursos de unos pesados mientras la primera autoridad tiene un ataque de aerofagia. Verbigracia.

El buen gobernante, en los tiempo que corren, ha de ser moderado en sus reflexiones, pero atento siempre a actuar con la firmeza que las circunstancias le exijan. Sin olvidarse nunca que “Hay una ventaja en ser presidente: Nadie te dice dónde tienes que sentarte”.

Un político ha de cuidar mucho cuando habla de la religión y de todo lo que pueda estar relacionado con Dios. He aquí lo que pensaba Maquiavelo al respecto: “No combatáis nunca la religión, ni nada de lo que parece estar en relación con Dios: pues tales objetos tienen demasiada fuerza sobre el espíritu de los necios”.

El fondo mismo de su pensamiento conduce a Maquiavelo a una posición, más que antirreligiosa anticristiana. Si alguien quiere saber el porqué puede leerlo en Historia de las ideas políticas, página 330.

En suma: en estos días de paz navideña, y pensando que las elecciones autonómicas están, como quien dice, a la vuelta de la esquina, miro a mi alrededor buscando qué político encaja con lo narrado en esta especie de parábola. Y, con las dudas que uno siempre arrastra, me atrevo a decir que es Juan Vivas quien más se asemeja. Y lo dicho no me servirá para ir diciendo de lo mío qué... Pues si nunca lo hice, mucho menos lo haré a estas alturas. En rigor, JV no tiene rival.
 

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