No hay nada más bonito que la
familia unida // Atada por los lazos del amor // Que hermoso
que es vivir con la seguridad // de amar y ser amado de
verdad..//. Nunca los niños españoles podrán olvidar los
felices que les hicieron “Los Payasos de la tele”. Hoy
aquellos niños, dejaron de ser niños para convertirse en
adultos y, a pesar del tiempo transcurrido, no olvidan las
canciones, que en su niñez les cantaron, Miliky, Fofó y
Fosfito.
Y es cierto el mensaje que lanzaban en aquella canción,
sobre la familia, porque nada hay mas bonito que la familia
unida. Y uno, de un romanticismo a prueba de bombas, se
emociona cuando ve una foto familiar, dando un mensaje de
cariño y unidad familiar aunque la familia, sólo esté unida
en la foto de cara a la galería, porque sacándoles de la
foto, está más dividida que una bolsa con cinco caramelos
para repartir, en un colegio de quinientos alumnos. Hay que
reconocer que son una jartá de graciosos, los componentes de
a foto, dando esa sensación de hermandad entre ellos que, en
verdad, no se creen ni ellos mismos. Lo juro, por todo lo
jurable, cuando la he visto, he salido corriendo para coger
el tarro de las lágrimas de emociones fuertes y derramar
para de ellas, en el mismo. He sentido el libido de la
emociones fuertes. ¡Cuanta falsedad, cuanta mentira, cuanta
hipocresía!.
Si hace nada, menos de los que algunos puedan pensar me
dicen, por un suponer, que iba a ver esa foto con toda la
familia unidad por los lazos del amor, no me lo hubiese
creído ni aunque me lo hubiesen jurado. Hubiese pensando que
era un mal chiste, contado por algunos de esos que juegan a
fastidiar a los demás. Porque es que, el asunto, no tiene
razón de ser y, aún, observándolo desde un punto totalmente
objetivo sin dejarnos llevar por las emociones, analizándolo
con toda la frialdad del mundo, no se encuentra explicación
alguna que se bese la mano de quien meció la cuna. Esto es
superior a mis fuerzas y, sobre todo, a la credibilidad que
me pueden dar algunos personajes, convertidos a
personajillos vulgares, simples ídolos de pies de barro que
se pueden comprar en cualquier tienda de “todo a cien”. Y
todo por qué. Esta es la pregunta del millón que, por
cierto, no tiene ninguna dificultad para ser contestada. La
respuesta exacta es, simplemente, por una pequeña parcela de
poder. Siento vergüenza ajena.
Y siento vergüenza, de no haberle hecho caso a la sabia de
mi abuela, cuando me decía aquello de que “son los mismos
perros con diferentes collares y, esos, no se muerden entre
si”. Hoy, seguro, no volvería a hacer lo que hice, ni a
defender lo que defendí. Hoy, si el tiempo se pudiese volver
atrás, con toda seguridad hubiese aceptado lo que me
ofrecieron y, por supuesto, no me hubiese jugado todo lo que
me jugué, que fue más de lo que muchos se puedan imaginar. Y
todo para qué. Pues, simplemente para ver con estos peazos
de ojos que se tienen que comer los asquerosos de los
gusanos, lo que estoy viendo y viviendo de primera mano.
Todo es mentira. Todo es un engaña bobos porque, al final de
cuentas, todos forman una piña de mentiras, traiciones,
falsedades e hipocresía que arreglan, entre ellos, con un
apretón de manos, mientras con la otra tratan de darse la
puñalada de Bruto. ¡Que familia!.
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