Un veintiocho de diciembre, hace
más de 2000 años, Herodes mandó acabar con la vida de
cuantos niños habían recién nacido en el tiempo en que se
suponía había alumbrado María al llamado Mesías y rey de los
hombres. Ante tal competencia el monarca no tuvo otra idea
que la de asesinar a los inocentes neonatos de la época.
La inocentada perduró a lo largo de los años como un mal
recuerdo hasta que los siglos, ya algo más de veinte, tornó
el recuerdo de esta macabra obra en bromas más o menos
macabras.
En nuestras fechas, se cataloga al inocente como aquella
persona que ‘pica’ en el engaño ante cualquier
circunstancias creíble o no.
En una jornada de hoy las inocentadas están a la orden del
día y no serán pocas las guasas con las que más de uno deba
saborear esta especial jornada. Bromas, noticias increibles
y otras no tanto inundarán este 28 de diciembre.
Lo a veces triste es que la realidad supera, en no pocas
ocasiones, la ficción en la que reside la esencia de la
inocentada.
Ceuta es una ciudad a la que la realidad le ha jugado
históricas inocentadas de este tipo, unas detrás de las
otras, por lo que no está para muchas bromas, por más que
gusten estos jueguecitos que, además de entretener,
divierten y eliminan tensiones.
Inocentadas sufridas por Ceuta son muchas a lo largo de la
historia contemporánea, que son al menos, las que podemos
analizar desde las propias vivencias: La primera de ellas
pudiera ser cuando a la ciudad se la dejó fuera del mapa
territorial del Estado en su conversión a estado de
autonomías, parcheado veinte años después con el actual
estatuto; o lo descrito en libro blanco de Fraga; o tras la
primera gran regulación de extranjeros en Ceuta y Melilla; o
con el famoso plan 2000 de los tiempos de González Márquez y
Guerra; o con la potenciación ‘exagerada’ desde la
Administración central del puerto de Algeciras en detrimento
del hasta entonces fuerte puerto ceutí... ‘inocentadas’ que
han marcado el devenir de esta ciudad y que, pese a todo,
aguanta estoicamente el paso de la historia.
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